Multiversidad

miércoles, mayo 31, 2006

Cartografías en Comunicación. Los archivos del patrimonio ante los nuevos relatos de la diferencia

Felip Gascón I Martín
Víctor Silva Echeto

Universidad de Playa Ancha

I) Pensar desde la comunicación.
La pregunta que ronda a las Ciencias de la Comunicación desde su génesis es si mantienen un estatuto epistemológico propio y autónomo. La respuesta positiva que la misma puede tener para algunos investigadores (Marqués de Melo, entre otros)[1], mantiene rasgos del positivismo y del intento de objetividad de la ciencia moderna, donde el inmaculado objeto era observado por un sujeto, también, incontaminado por el exterior. Un sujeto cartesiano que se definía por un “conócete a ti mismo” más que por un “cuídate a ti mismo” (como se caracterizaba a la subjetivación en la Grecia clásica) y que se concibe desde la estabilidad del mundo de la representación (Foucault, 1988). El sujeto moderno se define de esa manera por la profunda transformación en los principios morales de la sociedad occidental. El principio fundamental lo constituye el conocimiento de sí (Foucault, 1988: 55), transformándose el sujeto en un ser racional, autónomo e intérprete estable del mundo. Se vive la disyunción entre sujeto y objeto, en función de un paradigma profundamente enraizado en la cultura occidental. Descartes no inventó este paradigma pero sí lo formuló a su manera (Morin). Se vivía dentro de la oposición donde, por un lado, estaba el mundo de los objetos (las ciencias, las matemáticas) y, por otro, el de los sujetos (espíritu, sensibilidad).

A la postura sobre la totalidad del sujeto pensante, se enfrentan, también, las perspectivas construccionistas que conciben el pensar desde una reflexión crítica que implica darse cuenta tanto que el observador se hace en la observación (Maturana, 1998), como que la comunicación se hace en el comunicar y no fuera del proceso. También, se ha acercado a posiciones abiertas y flexibles, Rossana Reguillo, cuando afirma que plantearse la autonomía del pensamiento de la Comunicación es un "despropósito mayúsculo" cuando "todas las evidencias conceptuales y empíricas señalan que la alternativa" para los próximos años "es el pensamiento complejo, transversal, fluido e interdisciplinario" (Reguillo, 2002: 66- 67). No obstante, pese a las diferencias que pueden mantenerse con el construccionismo o con la rápida analogía (no carente de problemas) que establece Reguillo entre "pensamiento complejo" (emparentada con la perspectiva de Edgard Morin), "transversal" y "fluido" (más cercana a la deleuziana) e "interdisciplinario" (presente desde hace mucho tiempo en el pensamiento occidental), y sin considerar que la apuesta por la inter o transdisciplinariedad implique volver a épocas pre modernas o "predisciplinarias" (Follari, 2003: 85- 86), la comunicación es un ámbito donde se desmoronan los pensamientos binarios (del estilo sujeto/ objeto), en beneficio del "tercer espacio", "los pasajes intersticiales" (Silva y Browne, 2004) y las nómadas estéticas que no temen a los préstamos, los cruces y la superación de los límites que encapsulan el saber. Por ello, el aporte que realizan la deconstrucción y la "diseminación" (en el sentido derridiano) o el pensamiento como "rizoma" o nomadología (en Deleuze y Guattari) (no concibiéndolos como homogéneos, ni cien por ciento afines), son claves para rearticular esos cruces y encrucijadas entre dinámicas textuales y contextuales, destronando, a si mismo, la "monarquía" del occidental significante que todo lo veía a partir de él, oponiéndole las máquinas comunicativas de los a- significantes (Deleuze y Guattari), cada vez más extendidas por las redes mediáticas. Todos estas encrucijadas del pensar nos posicionan activamente frente a un "supuesto" objeto (como es la comunicación) que siempre se nos escapa, huye, peregrina, no permite conservarse en archivos patrimoniales que no tienen en cuenta esas dinámicas heteróclitas, cambiantes, desterritorializadas, que son las de las (in) disciplinas de la comunicación, del pensar (sin) estado o por fuera del pensamiento (que no es el pensar) del Estado[2] (Deleuze y Guattari, 1980, 2000). Es la invitación que en uno de sus últimos libros realizaban Deleuze y Guattari (1993) de transitar "del pensamiento al caos".

II- Los cruces del pensar
Hace unos años presentando un seminario sobre "transición y postdictadura en Chile", Nelly Richard (2001: 20) concebía el pensar como un mecanismo que permitía alejarse del control disciplinario o transdisciplinario "sobre un objeto de estudio llamado a cumplir con la transparencia explicativa de lo demostrable y lo verificable", reivindicando, de esa forma, los nudos de complejidad "de una palabra que no se conforma con la normalizadora reposición del sentido que persiguen los arreglos funcionales de la razón política, académica, e institucional" (Richard, 2001: 20). Esta no- conformidad fomenta una "cierta indisposición crítica" que sigue molestando "el orden de los discursos" (Foucault, 1980), tanto institucionalizados como de ciertas prácticas conservadoras que organizan sedentariamente al pensamiento (y no al pensar). Las encrucijadas incluyen al tercero, excluido desde la Grecia clásica y durante gran parte de la historia de Occidente, como el entre que desarticula el binarismo que repartía para dominar (sujeto/ objeto; hombre/ mujer), en otras palabras, divide y reinarás... Por tanto planteamos la encrucijada del pensar la comunicación en un momento histórico de mutaciones civilizatorias, analizándolo ya no desde su estatuto epistemológico, sino desde los préstamos, los cruces y las intersecciones del saber. Una alternativa la planteaba Michel Foucault quien, pese a seguir amparándose en las estructuras, en obras como La arqueología del saber (1968) y Las palabras y las cosas (1966), concebía a la episteme como la convergencia de saberes heterogéneos, desde la amplitud de estructuras culturales y de pensamiento más flexibles que las canonizadas por tal o cual disciplina concreta. Del planteamiento foucaultiano hay que destacar, además, en esta reformulación de un programa que nos permita pensar la comunicación en este comienzo de siglo, la articulación de espacios heterogéneos (heterotópicos), donde se plantean las encrucijadas y metamorfosis de tiempos y espacios que convergen en las culturas. Esos lugares, por oposición a las utopías, son "reales”, “efectivos”, “están diseñados en la institución misma de la sociedad” y son “especies de contra emplazamientos". Son lugares que están fuera de todos los lugares, aunque sean sin embargo localizables (Foucault, 1984: 3). Seguramente el lector podrá realizar con cierta facilidad el paralelismo entre estos espacios "otros" y las redes mediáticas de comunicación que nos ubican en (no) lugares virtuales, simulados, sin referencialidad, pero localizados en la inmaterialidad de las pantallas. Pero, también, hay otros espacios heterotópicos (al estilo de la enciclopedia china del cuento borgiano) como son los edificios históricos donde se mezclan heterogéneamente tiempos y espacios, asumiendo una de las características de la heterotopía como es la yuxtaposición "en un sólo lugar real" de múltiples espacios, "múltiples emplazamientos que son en sí mismo incompatibles".

De ahí que es posible, desde este pensar, interrogarnos sobre la comunicación en estos tiempos y espacios de indisciplinamientos clasificatorios. La ciencia del orden, en su disciplinamiento, clasificaba sujetos, objetos, prácticas y, aún más, disciplinas; de ahí las consecuencias de la misma noción de disciplina tanto en el plano epistémico como en el cultural: los cuerpos, las mentes y hasta las almas eran objeto de la gubernamentalidad, del gobierno del sí mismo. A esos métodos “que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo” y que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y “les imponen una relación de docilidad- utilidad”, es a lo que Foucault le llamó “disciplinas” (Foucault, 1975, 1995: 141). No obstante, estos dispositivos estructurales que disciplinan a los sujetos no son macro procedimientos, como podría desprenderse de algunos textos de Foucault, sino que no pueden analizarse aislados de las “microfísicas” del poder, de los procesos miniaturizados y de sus segmentaridades variables y cambiantes. Deleuze y Guattari se referían al “código polívoco”, compuesto de situaciones y de relaciones variables, y, a la vez, “de una territorialidad itinerante” (Deleuze y Guattari, 1980, 2000: 214). Desde esta última perspectiva, Michel de Certeu (1979, 1999), en lugar de privilegiar (como lo realizaban el Foucault del disciplinamiento y el Bourdieu de La distinción) el análisis de los sistemas que ejercen el poder y sus efectos en la estructura social, se refiere a las antidisciplinas de lo cotidiano. Aunque no niega que por todos lados se extienden las cuadrículas de la “vigilancia”, es conveniente señalar cómo una sociedad entera no se reduce a ella; “qué procedimientos populares (también minúsculos y cotidianos) juegan con los mecanismos de la disciplina”, qué maneras de hacer forman la contrapartida, la antidisciplina de los procedimientos mudos que organizan el orden sociopolítico. Sin negar la dificultad de ubicar a lo popular en la cultura contemporánea, es interesante considerar estas ideas con referencia a los procedimientos minúsculos, microfísicos, desde los que se estructuran las relaciones entre saber/ poder y subjetivación. Los planteamientos de Michel De Certeau, conciben la estratégica importancia de entender lo micro (lo cotidiano) a partir de la metaforización del orden construido por parte de los “practicantes” al “hacerlo funcionar en otro registro” (1979, 1999). En la diversidad "con que los actores asumen y despliegan los sentidos dados a lo cotidiano, no se encuentran necesariamente los elementos reflexivos que supondrían la apropiación crítica de las prácticas, pero si se acepta", según el pensamiento de Michel Foucault (1980), "que a todo poder se opone otro poder en sentido contrario, puede pensarse que en la vida cotidiana se articulan, mediante las prácticas, unos micropoderes que se enfrentan 'chapuceramente' a la intención normalizadora del poder" (Reguillo, 2002: 12). Se trata de pequeñas "revanchas” con que los actores subvierten lo programado y afirman su existencia como actores que imprimen las huellas de su propio hacer en las prácticas socialmente compartidas. Lo que Foucault llamó “rebotes del poder”, los efectos no deseados que erosionan el orden de lo legítimo social. Algunos de los ejemplos que plantea Reguillo son: el joven que burla la vigilancia de las instituciones para “firmar la pared” de camino a la escuela (Reguillo, 1997); las mujeres que aprenden las reglas del mundo masculino y se sirven de él, feminizándolo; los trabajadores que “obligan” a incorporar a los corporativos transnacionales, sus sistemas de creencias y sus calendarios. "Ciertamente no se trata de la gran estrategia o de un proyecto político explícito y orgánico; se trata más bien de un conjunto de tácticas de evasión o negociación". Es el caso del inmigrante que desafía la certidumbre del suelo y sus fronteras, cruzando los límites etnocéntricamente demarcados por los Estados- nación. "El no lugar del inmigrante, sobre todo si ha conseguido eludir la Sala de Control de Inmigración, ni es necesariamente solitario ni necesariamente contrautópico" (Méndez Rubio, 2003: 37).

En ese sentido, juega un papel clave los recorridos itinerantes, los desplazamientos que movilizan cualquier intento sedentario de definir los emplazamientos, y las fracturas que se producen en cualquier proceso de comunicación imposibilitando definirlo desde la estabilidad y la unificación de los sujetos que participan de esos procesos.

Y es precisamente desde la desterritorialización y virtualidad creciente de los procesos de comunicación actuales, como asimismo desde el cuestionamiento a la validez misma de las clasificaciones, que se fractura esa ciencia del orden. Por ello, nos parece una perspectiva más pertinente, en ese sentido, el pensar en la comunicación desde su no-ha lugar, desde el caos y la brecha fronteriza, desde los ruidos y las interferencias desde donde se escuchan los silencios, olvidos y exclusiones de la memoria.

“Lo profundo está en la superficie", sostenía Ludwig Wittgenstein, mientras que Morris Berman planteaba que lo que se necesitan no era doctrinas sino formas de ver. La tendencia a la complejidad se ha ido desarrollando históricamente en lo que se podría denominar la expansión nómade de la mente humana, donde la comunicación es la energía motora y motivo de la existencia y el mestizaje.

La circularidad del proceso de comunicación pone en relación los contextos de las experiencias de los actores (agenciamientos) (o productores, pues no hay que olvidar las apropiaciones, resignificaciones y reproducciones que hace el perceptor), considerando que el comunicar es actuar comunicativamente. La emoción definiría, así pues, el ámbito concreto en el que actuamos al pensar sobre el comunicar, es decir sobre el campo concreto en el que se produce una acción vital de interacción entre sistemas complejos, como lo son las personas, los grupos, las instituciones en su vivir y en los procesos involucrados en el intercambio de bienes materiales y simbólicos sobre los que se construyen y se transforman mutuamente en una dinámica permanente de producción de sentido. Esta dinámica pone en juego aspectos de larga y corta duración en la transmisión de la memoria, interactuando componentes de la estructura, de la coyuntura y las prácticas sociales que se actualizan al actuar comunicativamente, dando sentido a las afirmaciones, negaciones, transacciones, acuerdos y discrepancias que dan forma a nuestro itinerario vital (Gascón, 2003).
De esta forma el pensar en la comunicación y sus alcances considerando que ella expresa el cambio de las formas de transmisión de las memorias personales/colectivas y, por extensión, el cambio de las formas de conservación, de valoración patrimonial, introduciendo otras perspectivas no-androcéntricas ni hegemónicas que consideren las variables de clase, género, generación, orientación sexual, cultural (como adjetivo y no sustantivo) y territorio. Es ahí, donde la dinámica de las diferencias, desestructuran las identidades esencialistas o "asesinas" (Maalouf); transgrediendo la visión conservacionista del patrimonio, estática y ahistórica. Planteando la ecuación patrimonio- identidad, considerándolo al primero como algo fijo y "habitualmente ligado casi en lo exclusivo a museos y monumentos" (Follari, 2003: 70, 71). Pero, también, podemos concebir el museo no como un espacio constituido por supervivencias inmutables y muertos eternos, sino desde la movilidad de los elementos que lo componen. "Las estatuas se mueven, lo sabemos, del mismo modo que Baudelaire se horrorizaba al ver las imágenes irreales sometidas a un sorprendente devenir" (Blanchot, 1976: 23). Metamorfosis y mutaciones de tiempos y espacios, de archivos como relatos de las diferencias que siempre se encadenan a otras diferencias (como différance, plantearía Derrida) y no encuentran el origen, sino que como un palimpsesto (Gascón) encadena huellas con otras huellas. En ese rastreo de las huellas es posible reformular un programa que articule la comunicación con un relato cambiante y fluido del archivo. Estos no se entienden como "la suma de todos los textos que una cultura ha guardado en su poder como documentos de su propio pasado, o como testimonio de una identidad mantenida" inmutable a lo largo del tiempo (Foucault, 1980); tampoco como “las instituciones que, en una sociedad definida, permiten registrar y conservar los discursos cuya memoria se quiere guardar y cuya libre disposición se quiere mantener” (Foucault, 1980). Los enunciados del archivo, desde esta perspectiva, son acontecimientos (con sus condiciones y sus dominios de aparición) y “cosas” (“comportando su posibilidad y su campo de utilización”). ¿Cómo pensar el archivo, desde la comunicación, reelaborando el concepto en una sola y misma configuración a la vez técnica, política y jurídica? (Derrida, 1995, 1997)[3], considerando que la experiencia del archivo es coincidente con la acción “política de los media llamados de información” (Derrida, 1995, 1997: 10- 24). La alianza saber/ poder que preocupó tanto a Michel Foucault durante gran parte de su obra, también, era formulada, con referencia a las redes de comunicación e información, por Jacques Derrida, para quién no hay poder político sin control del archivo ni de la memoria. La democracia efectiva, por tanto, “se mide siempre por ese criterio esencial: la participación y el acceso al archivo a su constitución y a su interpretación” (Derrida, 1995, 1997: 10- 12). El archivo contiene un poder performativo para el cual no hay actas (patrimoniales como se quiere hacer ver) sino actos, acciones, “regularidades específicas”, diríamos acercando los planteamientos de Foucault con los de Derrida. Es decir, el sistema que rige la aparición de los enunciados como acontecimientos singulares. Concebir a los archivos performativamente como acontecimientos que al ser imprevisibles, destrona la mirada sedentaria, estática e identitaria de concebir el patrimonio.

III Comunicación ¿mapa o territorio?
Desde la perspectiva de la historia de la comunicación nos interesa redescubrir las huellas e itinerarios de la subjetividad para entender la articulación entre la memoria personal y la memoria colectiva, abordando como perspectiva la convergencia triangular de fuentes-actores, temas-acciones y métodos, considerando las posibilidades que ofrece la memoria digital en la generación de relatos multimedias que integren lo oral, lo literario, con las imágenes fijas y en movimiento y con la música. Jacques Derrida (1995, 1997) se preguntaba, en ese sentido, “¿Cómo hablar de una ‘comunicación de los archivos’ sin tratar primera-mente del archivo de los ‘medios de comunicación’?”

Obviamente es una de las dimensiones más desafiantes para el estudio de la comunicación en esta era de lo audiovisual y de las multimedias, donde la fugacidad espacio-temporal de la realidad se reproduce bajo las lógicas lúdico-dramáticas de la virtualidad, del “mal de archivo”, de la “estética de la desaparición” (Virilio), es decir, de las patologías que acompaña a toda memoria en momentos en que huyen las huellas de la historia.

Por ello, abordar el estudio de la comunicación en estos tiempos sin nombre propio (de ahí la importancia del predijo pos –colonialismo, modernismo o racionalismo-), significa para nosotros una revisión de ciertas cosmogonías sobre las que se fundaron y ritualizaron territorios y sentidos. Y ahora que las rupturas epistemológicas nos liberan de la densidad histórica de macrorelatos cuya escritura circunnavega los mares del androcentrismo (Moreno Sardà, 1988) y la geopolítica, recién ahora los problemas de la comunicación parecieran haber redescubierto a los sujetos como devenires, que transitan y peregrinan.

Desde este punto de vista, reconstruir la memoria colectiva desde los márgenes y fronteras de nuestros territorios locales (cotidianos, populares), de los afueras, implica un ejercicio de deconstrucción desde sus olvidos, pues no en vano la sumisión a las matrices de pensamiento logocéntrico y publicocéntrico occidental han evitado reiteradamente tanto en Latinoamérica, como en otros lugares considerados periféricos por el centro hegemónico, los des-bordes utópicos de las cosmovisiones crono-topo-lógicamente descentradas.

En lo personal, nuestros propios itinerarios vitales y los representados por este Congreso son la muestra visible de cómo las relaciones académicas, entre profesores, alumnos, compañeros y amigos, pueden confluir en un aquí y ahora intersubjetivo y de la comunicación, construyendo una red extensa de interinfluencias conceptuales y vitales desde las que hemos ido definiendo nuestras diferencias.

La otredad construida como indeseable, subversiva o perversa constituye en las representaciones y discursos mediáticos un verdadero adelgazamiento de la capa de ozono, que pone al descubierto la igualdad de una ecología social androcéntrica, cuyos rasgos predominantes se proyectan en visiones etnocéntricas, expansivas, clasistas, sexistas, adultas y publicocéntricas (Moreno Sardà, 1999). Los emplazamientos (Vázquez Medel) personales e institucionales se contextualizan y se definen por sus redes, itinerarios e interacciones comunicativas.

Al igual que se han definido ciertos rasgos de una sobremodernidad alientante, podemos decir que la sobretecnologización y la tecnolatría están produciendo a la vez brechas en la biopolítica, ya no restringida exclusivamente al control de los cuerpos individuales como lo planteó Foucault, sino ampliada como tecnología de poder dirigida a las poblaciones y al cuerpo social. Las resistencias a esa tecnología del control, nos conducen al análisis de las redes e itinerarios del relato inter-subjetivo, es decir hacia la investigación de genealogías familiares, grupales y personales que, desde la exclusión del exilio y la migración, las marginalidades, mezclas, movimientos y tribus urbanas, se están constituyendo como los referentes descentrados de los relatos del presente. Se trata de entender las matrices del sentir-pensar-actuar desde las que se producen las resistencias al movimiento homogeneizador de la globalización, “leyendo” entre líneas cómo la expansión de la mente humana, del conocimiento y los sentidos son mediados por la memoria digital (exomemoria) en la multiplicación de relatos.

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Post- escriptum
La loca geografía de Valparaíso y el ethos de su inspiración poética así parecen representar el sueño de la utopía. Aquí donde habita la imaginación o el habitante de la casa transparente, según el imaginario poético del puerto. En palabras de José Lezama Lima: la imaginación fue un “principio de agrupamiento, de reconocimiento y de legítima diferenciación”, la imagen del espacio se convirtió en estado de conciencia, de la exclusión, la desigualdad y la discriminación. La escena es el lugar del relato y las representaciones donde emerge el sujeto y su red de relaciones, transformándolo en actor. La comunicación logra articular espacios, y en la convivencia dialógica construimos territorios donde las fronteras entre lo real y lo imaginario apenas constituye un aspecto diferencial de los sentidos que dan forma a nuestro itinerario vital y a sus relatos de vida. [4]

Bibliografía
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Gascón, Felip (2003): Transformaciones Sociales, Redes y Políticas de Comunicación en Chile (1967-2002). Tesis Doctoral: Departamento de Periodismo y Ciencias de la Comunicación, Universidad Autónoma de Barcelona.
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Virilio, Paul (1980): Estética de la desaparición. Barcelona. Anagrama, 1998.


[1] Este autor se ha expresado en reiteradas oportunidades por la autonomización del pensamiento de la comunicación.
[2] En América Latina el pensar sin Estado tiene mucho sentido desde el momento en que el “ogro filantrópico” del Estado (Paz) ha organizado la estructura social y de pensamiento.
[3] Jacques Derrida comienza Mal de archivo, una experiencia freudiana, señalando: “Este ensayo designa discretamente el horizonte de esta cuestión, hasta tal punto quema su evidencia. Los desastres que marcan este fin de milenio son también archivos del mal; disimulados o destruidos, prohibidos, desviados, ‘reprimidos’. Su tratamiento es a la vez masivo y refinado en el transcurso de guerras civiles o internacionales, de manipulaciones privadas o secretas. Nunca se renuncia, es el inconsciente mismo, a apropiarse de un poder sobre el documento, sobre su posesión, su retención o su interpretación. ¿Más a quién compete en última instancia la autoridad sobre la institución del archivo? ¿Cómo responder de las relaciones entre el memorándum, el indicio, la prueba y el testimonio? Pensemos en los debates acerca de todos los ‘revisionismos’. Pensemos en los seismos de la historiografía, en las conmociones técnicas a lo largo de la constitución y el tratamiento de tantos ‘dossiers’. ¿No es preciso comenzar por distinguir el archivo de aquello a lo que se lo ha reducido con demasiada frecuencia, en especial la experiencia de la memoria y el retorno al origen, más también lo arcaico y lo arqueológico, el recuerdo o la excavación, en resumidas cuentas la búsqueda del tiempo perdido?”.
[4] “...La dimensión ontológica integra la dimensión ‘topológica’ como parte de una comunicación y un tránsito naturales del exterior al interior y viceversa” (Aínsa, 2002: 23).

miércoles, mayo 24, 2006

Redes-cubriendo la ecología de las comunicaciones. Una propuesta didáctica.

Ponencia: 1er. Encuentro Facultades y Carreras de Comunicación
de la Región Cono Sur 18, 19 y 20 de octubre de 2001
Publicado en: Gascón, Felip (2002) Emocionar la Comunicación. Palimpsestos de comunicación y desarrollo humano. Valparaíso: Facultad de Humanidades, Universidad de Playa Ancha.

IRMA BRAVO COVARRUBIAS (Valparaíso, 1957). irmabravoc@hotmail.com
Universidad de Viña del Mar
Doctora (c) en Ciencias de la Comunicación, Universidad Autónoma de Barcelona (UAB); Diplomada en Comunicación Corporativa, Pontificia Universidad Católica de Chile; Periodista, Licenciada en Ciencias de la Información, UAB. Académica y Coordinadora de Tesis de Licenciatura, Escuela de Periodismo y Relaciones Públicas Universidad de Viña del Mar.
FELIP GASCÓN (Barcelona, 1958). fgascon@upa.cl
Universidad de Playa Ancha (Valparaíso).
Doctor en Ciencias de la Comunicación, UAB; Posgrado en Políticas Públicas de Información y Comunicación para el Desarrollo Regional, Cátedra UNESCO de Brasil; Periodista, Licenciado en Ciencias de la Información, UAB. Académico e Investigador, Facultad de Humanidades de la Universidad de Playa Ancha; Jefe de Carrera de Periodismo.
Fax: (56-32) 28.11.20


Resumen:
En el presente trabajo se plantea una propuesta metodológica para la renovación del estudio de la Historia de las Comunicaciones, que cambie el polo de interés de la investigación/formación/acción comunicacional desde el paradigma tecnológico (mediacéntrico) al paradigma holístico (mediaciones de los seres vivos con su entorno).
Nuestro interés por el estudio de las redes de comunicación tiene como fin desarrollar una nueva mirada que integre a la geografía y a la ecología de las comunicaciones como perspectivas de análisis crítico respecto de las nuevas fragmentaciones, desigualdades y exclusiones del proceso de “globalización”, entendido como sustento ideológico de las nuevas relaciones del poder hegemónico.
Este mismo cambio de énfasis justifica una innovación didáctica que integre la emoción como matriz de pensamiento comunicacional y perspectiva de formación.
Para ello, es necesario volver al territorio, a la vida cotidiana, a las historias de vida para reconstruir la historia colectiva desde las huellas que mujeres y hombres han dejado como patrimonio.
Palabras clave: Geografía, historia, redes y ecología de la comunicación, identidad y memoria, relaciones socio-comunicativas, espacio público/privado, investigación cualitativa, innovación didáctica.

I.- Comunicación Humana:
algunas pistas para el reencuentro.
Pensar en el territorio de la comunicación a través de la historia es comprender los significados de su construcción desde una perspectiva ecológica y sinérgica que reconozca las interdependencias entre sujetos, objetos, tiempo y espacio, como dimensiones trascendentes de la racionalidad y el emocionar comunicativos. La mirada sistémica desarrollada en este trabajo podemos conceptualizarla como holística, en el entendido que pretende mostrar a la comunicación humana como una totalidad compleja, que es más que la suma de componentes aislados en el sentido apuntado por Gregory Bateson:
“...ninguna parte de un sistema tan interactivo internamente, puede ejercer un control unilateral sobre el resto del sistema o sobre cualquiera otra parte de él. Las características mentales son inherentes o inmanentes al conjunto como una totalidad”. (Bateson: 1973 cif. Berman).
En nuestra disciplina existe una masa crítica importante que acepta como paradigma del proceso de comunicación la participación de los seres humanos a través de mediaciones sociales o tecnológicas, considerando la complejidad de las técnicas como el índice de medición del progreso de las civilizaciones [1] . Tanto las perspectivas positivistas como las críticas parecieran coincidir en un mismo discurso al centrar el interés de sus explicaciones y teorizaciones en las relaciones de poder (para unos entendida como satisfacción de necesidades; para otros, como la manipulación de la información) y las posibilidades de conservación o cambio a las que puede contribuir el proceso de producción e intercambio de mensajes.
Esta mirada, reproducida a través de la mayoría de centros de formación superior y sustentada por teóricos y la literatura especializada, es una visión sesgada que limita el carácter y comprensión de la comunicación en cuanto proceso de producción y reproducción de la memoria sociobiológica, entendida como el proceso global de diálogo entre las distintas comunidades de seres vivos en el planeta.
Es por ello que nuestra propuesta sobre la ecología de las comunicaciones se distancia de las anteriores perspectivas, al sostener que la naturaleza comunicativa del ser humano también depende de su entorno (medium) y de la estrecha relación de interdependencia y modelaje mutuo que implica esa interacción.
Para abordar esta cosmovisión holística reflexionaremos sobre las múltiples sinergias entre lo micro y lo macrocomunicativo, que se producen entre los diversos componentes de este proceso complejo.
• Las mediaciones comunicativas del ser humano son parte de un proceso de interacciones más amplio, que se produce entre éste y los diversos sistemas biológicos: el entorno es el contexto donde se concretan los intercambios físicos, materiales y simbólicos entre todos los seres vivos. Cabe superar la matriz del pensamiento modernizador, que ensalza la explotación de la naturaleza por el hombre (tópico del progreso) desde una posición de superioridad basada en la racionalidad y en la competencia.
• Pero además, cuando se habla del sistema de comunicación social, no se otorga atención a la humanidad en toda la diversidad de sus identidades particulares. La generalidad de la raza humana (encarnada incluso por el genérico hombre) oculta la particularidad y complejidad de las personas. En estas explicaciones el individuo y sus condiciones de existencia no están en el centro sino en la periferia de la comunicación. Así como en otros ecosistemas las relaciones macro están contenidas en lo microbiológico, en la persona individual podemos reconocer también todo el potencial de la humanidad, sus capacidades, esfuerzos y dificultades por construir y vivir en equilibrio con su entorno.
• La emoción es el motor activador del proceso de comunicación, son las emociones y no los recursos los que mueven el mundo y organizan lo social. En la historia de la humanidad no debería estar ausente el valor de la vida cotidiana de las personas (vida pública y privada) como dimensión emocional trascendente, compartida no sólo con sus congéneres, sino también con el resto de asociados del mundo biológico en el cual convive.
• Desde nuestra perspectiva, la historia de la comunicación debe dar cuenta de la influencia de la comunidad humana en el conjunto de tramas y nudos de las redes bióticas. A través del recorrido por las redes de comunicación podemos reconocer las huellas de las relaciones que en el pasado establecieron las comunidades humanas con distintos entornos, para entender así las causas de las relaciones presentes y las consecuencias de sus proyecciones futuras.
• El desarrollo de las redes de comunicación concebidas por el ser humano ha sido paralelo a su desarrollo tecnológico, expresando las distintas relaciones de poder a escala local y mundial. Ese centramiento tecnológico, más que inspirarse en principios de bienestar y desarrollo sustentable, mayoritariamente ha constituido una estrategia para conservar las desigualdades.
• En síntesis, proponemos redimensionar comunicativamente la igualdad en la diferencia de las múltiples inteligencias/conciencias que expresan la riqueza de la biodiversidad como patrimonio, donde se conjugan todas las memorias genéticas y geológicas: las de la racionalidad, las emocionales, las instintivas, las adaptativas, las performativas, las homeoestáticas, las energéticas... algunas de ellas consideradas inertes o fósiles, pero que constituyen el conocimiento acumulado de las redes de interdependencia para la evolución de la vida en el planeta.
I.1.- Comunicación: la impronta de la vida.
Desde la célebre frase de Carl Sagan “somos polvo de estrellas” hasta las más actuales teorías de la física cuántica y la nueva ciencia, las concepciones iniciales sobre la relatividad de Albert Einstein se han ido proyectando a múltiples campos del conocimiento, llegando a cuestionar el concepto mismo de conciencia. Entre dichas teorías una de la más trascendentes y a la vez resistidas por el pensamiento científico se debe a los trabajos de James Lowelock y Lynn Margullis, quienes han planteado la hipótesis Gaia, una teoría de la relatividad biológica que reconoce a la Tierra como un organismo vivo, que parte de las endosinbiosis microcósmicas [2] hasta reconocer la complejidad asociativa del planeta como entidad macrocósmica:
“Los consorcios, asociaciones, sociedades, simbiosis y competiciones en la interacción entre organismos, se extienden a escala global. La materia viva y no-viva, el sí mismo y el entorno están delicadamente interconectados” (Sagan y Margulis, 1986; cif. en Joseph, 1992:46)
Nuestra aproximación a la ecología de las comunicaciones reconoce en los supuestos de la Teoría Gaia que toda forma de vida está estrechamente vinculada con acciones y relaciones comunicativas, a través de las cuales se organiza, se transmite y se transforma la vida misma.
La comunicación es la impronta de la vida y su génesis es, por lo tanto, anterior a la presencia de la especie humana en la Tierra. Aunque esta convivencia data de más de dos millones de años, tan sólo unos 6.500 a 7.000 años atrás el ser humano empezó a actuar como agente de intervención en el espacio geográfico, a través de la agricultura y el desarrollo de la tecnología. ¿Desde dónde hacerse cargo de la historia de la comunicación y la cultura? ¿Negamos la incidencia de los fenómenos naturales y climáticos, la compleja trama de relaciones telúricas, el rol de los microorganismos... en la organización de la vida y la cultura de las sociedades?
La sinergia eros/tanatos (vida/muerte) constituye una dinámica difícil de asumir por el pensamiento logocéntrico que fundamenta el saber científico-académico occidental dicotomizado por el desencuentro entre razón y emoción. Al parecer, los miedos por reconocer la igualdad entre las distintas formas de vida del planeta son parte de la valoración de superioridad y competencia que hemos privilegiado al establecer como esencia de lo humano el intelecto, la racionalidad.
I.2.- Los territorios habidos de la comunicación.
La organización del territorio es una organización biológica, donde se establecen determinadas relaciones de convivencia (comunidad-comunicación) entre seres vivos y, en un proceso de larga duración, se conforman dinámicas de cooperación y competencia que determinan las condiciones de ocupación, ordenación, expansión y contracción de los ecosistemas. La posición antropocéntrica del ser humano, en todas las disciplinas de las ciencias sociales, ha ignorado a lo largo de la historia esa otra parte de la vida natural que comparte la suerte de las reglas de convivencia impuestas por la sociedad humana. Incluso considerando la hegemonía de una parte de esa humanidad en la propia consideración de lo humano bajo perspectivas racistas, etnocéntricas, androcéntricas, generacionales...
Sin caer en un determinismo geográfico, y considerando la interacción inviduo-entorno, hay cuestionamientos formulados por distintos pensadores, desde los años 50, que no han sido acogidos ni interiorizados en un mundo científico demasiado preocupado por la ideología del progreso. La lucidez de la pregunta formulada por Maximilien Sorre [3] sobre la existencia de una geografía del inviduo biológico apuntaba a entender la interdependencia entre las distintas formas de vida, como una comunidad biológica en constante dinámica:
- “¿Qué relaciones de fuerza, de lucha o de ayuda mutua van a establecerse entre ese mundo de vegetales y animales y la biología del hombre?
- ¿Qué lazos de carácter geográfico van a anudarse entre ese mundo de seres vivos y la biología del hombre?
- ¿Dónde y cuándo se ha asociado el hombre tantas vidas paralelas a la suya y cómo lo ha logrado?
- ¿En qué medida la domesticación ha actuado sobre seres arrancados a la vida libre?
- ¿Cómo el hombre ha propagado a sus asociados bajo la necesidad de la conquista del espacio?” (Cif. en Braudel, 1991: 137).
Y este olvido reiterado en las fronteras interiores de las ciencias provocaba en Braudel una afortunada reivindicación de la utopía que queremos releer expresamente desde una mirada comunicacional.
“Plantear los problemas humanos tal y como los vemos, desplegados en el espacio y, a ser posible, cartografiados, una geografía humana inteligente: así es, no cabe duda, pero plantearlos no sólo para el presente y en el presente, sino también en el pasado y teniendo en cuenta el tiempo; desembarazar la geografía de esta preocupación por las realidades actuales a las que se aplica ahora exclusivamente o casi exclusivamente, obligándola a pensar de nuevo, con sus métodos y su espíritu, las realidades pasadas y, por ello mismo, lo que podríamos llamar el devenir de la historia. Hacer de la tradicional geografía histórica, consagrada casi únicamente al estudio de las fronteras de los estados y las circunscripciones administrativas sin la menor preocupación por la tierra misma, por el clima, el suelo, las plantas y los animales, los géneros de vida y las actividades obreras, si se quiere, una verdadera geografía humana retrospectiva; obligar así a los geógrafos a prestar mayor atención al tiempo y a los historiadores, a preocuparse más por el espacio y por todo lo que el espacio sustenta, engendra, facilita y entorpece; en una palabra, inducirlos a tomar suficientemente en consideración su formidable permanencia: tal sería a nuestro modo de ver, la ambición de esta geohistoria...” (Braudel, 1953: 317-318).
Ni siquiera la geopolítica de las comunicaciones se ha interesado suficientemente por esta serie de olvidos tan claramente formulados por Braudel. Por el contrario, es un campo influido por doctrinas y estrategias militares, donde los flujos de información y las redes de comunicación sólo son considerados como agentes estratégicos para la expansión de intereses económicos, políticos y culturales.
I.3.- Vida cotidiana: el mundo que el ser habita desde la emoción.
La centralidad de las personas como protagonistas de la historia y de las comunicaciones nos sitúa en el escenario de la vida cotidiana, allí donde las historias personales representan el eje articulador de las identidades, las agrupaciones, las instituciones, los desplazamientos materiales y simbólicos que expresan los conflictos, negociaciones y acuerdos a través de los cuales se estructura la vida social, en relación con su entorno ecológico.
La comunicación en el ámbito de lo cotidiano y personal expresa el imperativo de transmitir la memoria, la identidad, la carga genética y cultural a través de la emoción de la experiencia con los otros, afirmando al individuo como enlace en la sucesión de los tiempos:
“Demiurgo, intermediario, para enlazar ha de asemejarse de algún modo a la sustancia cósmica que enlaza. En término de los viejos mitos: ser algo de aire, de fuego, de tierra, de agua; participar de la constitución espacial de las cosas. Ser un cuerpo. Un punto que enlaza el Sí mismo con el Universo; un punto, ‘un cuerpo animado’ que aprende a regresar a sí desde el horizonte espacial, y pueda existir ‘reflexivamente’ como enlace: como ‘una relación que se relaciona a sí misma’” (Giannini, 1999:149).
Pero, especialmente, prestar atención a la experiencia personal traduce el interés por analizar las formas en que mujeres y hombres específicos (nivel micro) asimilan o no la memoria colectiva (nivel macro), convirtiéndose en protagonistas de las tensiones intergeneracionales por concretar proyectos de cambio o permanencia.
“Las revoluciones sociales cambian radicalmente la vida cotidiana, por lo cual bajo este aspecto ésta no sólo es un espejo de la historia, sino también en cuanto los cambios que se han determinado en el modo de producción a menudo (y tal vez casi siempre) se expresan en ella antes de que se cumpla la revolución social en el nivel macroscópico, por lo cual bajo este otro aspecto aquella es un fermento secreto de la historia” (Heller, 1977:19, cif. Muñoz, 1994).
De igual forma, la sociedad humana construye su vida cotidiana en colaboración/domesticación/competencia/ con otros organismos y comunidades bióticas, respecto de los cuales no tiene plena conciencia sino en el momento en que no puede controlarlas (plagas, contaminación, enfermedades infecciosas, epidemias, sequía, desastres naturales, extinciones...) y pueden llegar a desestructurar las certezas humanas.
El espacio de la vida cotidiana es el escenario donde la emoción tiene su primera residencia. Según la biología del amor, la cooperación y la interdependencia son la única emoción que funda lo social. Es imposible que la vida prospere sin colaboración, lo cual rige para todo sistema u organización biótica, desde los micro-organismos hasta las sociedades humanas más complejas.
“...la emoción que funda lo social como la emoción que constituye el dominio de acciones en el que el otro es aceptado como un legítimo otro en la convivencia, es el amor. Relaciones humanas que no están basadas en el amor (...) no son relaciones sociales. Por lo tanto, no todas las relaciones humanas son sociales, tampoco lo son todas las comunidades humanas, porque no todas se fundan en la operacionalidad de la aceptación mutua” (Maturana, 1990: 24).
Relaciones sociales que excluyen al otro como participante del diálogo no son relaciones comunicativas, sino relaciones de dominio que imponen un orden de valoración de lo humano determinado por la defensa de los intereses individuales y/o de un grupo por encima del bien común.
I.4.- Las redes de comunicación.
Una nueva forma de explicar la génesis de la comunicación es rastrear las pistas de la ocupación, desplazamientos y dinámicas que han ido conformando las relaciones de comunicación entre individuos y entorno. Así, por redes de comunicación entendemos el conjunto de mediaciones sociales que establecen los seres vivos (comunidades bióticas) para prosperar, localizándose y movilizándose a través de territorios que posibilitan la sustentabilidad de los ecosistemas y, en el caso de las personas, el intercambio de productos, tecnologías y representaciones simbólicas (creencias e ideologías), constituyendo tramas y nudos acordes a la densidad de esas mediaciones.
“La faz de la tierra se modifica continuamente. Cualquier paisaje que refleje una porción del espacio lleva las señales del pasado más o menos lejano, desigualmente borrado o modificado, pero siempre presente. Es como un palimsesto en el que los análisis de las herencias permiten rehacer sus evoluciones. El espacio geográfico está impregnado de historia” (Olivier, 1976).
Así como las ciudades no las construyen ni los arquitectos ni los urbanistas, sino el fluir de la vida de las personas que las habitan; la comunicación no se genera en los medios ni en sus inmediaciones, sino en la totalidad de las redes de interdependencia con que el cuerpo social, personal y colectivamente, materializa su existencia. Desde ellas podemos rastrear el proceso histórico de expansión territorial y las consecuentes relaciones de hegemonía/sumisión/exclusión entre las diversas comunidades.
Entonces, si las redes deben expresar el fluir de la vida habrá que complementar aquellas visiones que las asocian al mismo recorrido mediante el cual se impuso la racionalidad del proyecto político-económico capitalista. Este recorrido que asocia “comunicación, progreso, desarrollo y razón” (Mattelart, 1995) vincula las teorías y prácticas de la comunicación a las tecnologías aplicadas principalmente a obras de ingeniería de las comunicaciones (carreteras, canales, puentes... ferrocarriles). Una visión tecnocéntrica y ahistórica del desarrollo humano, que excluye en sus consideraciones aquellas otras tramas de comunicación urdidas en el pasado por otras organizaciones sociales no tecnologizadas, matrices de las actuales.
Esa concepción limitada de las redes está simbolizada mediante la cartografía como sistema abstracto de representación, olvidando que el mapa no es el territorio. Así puede entenderse la perduración de las huellas eurocéntricas y etnocéntricas en la representación del planisferio [4] y la consecuencias de esa racionalidad estructurada en mapas físicos, políticos y productivos. Igualmente se expresa en la actualidad por ese otro mapa conceptual de la globalización, donde la centralidad e inmaterialidad de las redes tecnológicas parecieran ocultar una nueva estrategia ideológica [5] de la expansión capitalista, que incluso presenta un rostro ecológico fundado y justificado por la era postindustrial.
Afortunadamente, la geografía se ha ido incorporando como transdisciplina al territorio de la comunicación, complejizando aquella limitada interpretación de las redes físicas de la comunicación (rutas terrestres, fluviales, marítimas y aéreas de movilización humana y transporte de productos), a las redes simbólicas (intercambios culturales) y a las socio-biológicas (población y ecosistemas).
II.- Propuesta metodológica
para el estudio de la historia de la comunicación.-
La presente propuesta metodológica está basada en los aportes de la Doctora Amparo Moreno Sardà, directora de la Cátedra de Historia de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, académica guía de nuestras respectivas Tesis Doctorales y amiga entrañable, a quien debemos un gran reconocimiento por su solidez intelectual, visión crítica y capacidad innovadora en la didáctica de las comunicaciones [6] .
Creemos que el aporte de esta propuesta didáctica puede ayudar a innovar en el área de formación de las ciencias de la comunicación, especialmente en la línea de historia, teoría, metodología, políticas y tecnologías de la comunicación, entre otras. Planteándose como principales metas pedagógicas las siguientes:
1) Renovar las explicaciones sobre la historia de las comunicaciones, priorizando el protagonismo de las personas y comunidades bióticas.
2) Innovar en las metodologías de enseñanza-aprendizaje de la Comunicación, a través de procesos de construcción colectiva (profesores/alumnos) del conocimiento, legitimando el valor de las historias familiares como perspectiva para explicar la historia de la comunicación colectiva.
3) Generar diversas producciones impresas, sonoras, audiovisuales y/o multimediales que recuperen la memoria local poniendo en el centro de interés el espacio social representado desde las prácticas de comunicación, entendidas desde el entramado e interdependencia de las redes físicas, de transporte, tecnológicas, mediáticas y sociales (territorio, identidades, redes y mediaciones comunicativas).
4) Enriquecer la investigación en comunicación al considerar a ésta como el soporte del patrimonio tangible e intangible de una localidad, y como aporte para la participación ciudadana en la planificación democrática del desarrollo y la integración social.
5) Construir una red de investigación compleja que vincule a diversas disciplinas (geografía, biología, zoología, botánica, medioambiente, historia, economía, sociología, comunicación, entre otras) para el desarrollo de sus comunidades locales.
II.1.- Contenido de la propuesta metodológica.
Las dos principales coordenadas que permiten desplazarnos por las redes de comunicación construidas entre localidades próximas y lejanas, son el espacio y el tiempo. El primero da cuenta de la organización y extensión de los territorios, en función de los niveles de complejidad social que estos representan en la actualidad, sincrónicamente; el segundo, da cuenta de las transformaciones de dichos territorios a través de distintas épocas históricas, diacrónicamente. Ambas coordenadas constituyen las matrices desde las que establecemos nuestras relaciones individuales y grupales, entre comunidades próximas y lejanas, siendo posible su sistematización en el estudio de las redes de comunicación, considerando los siguientes campos analíticos:
1. Geografía y territorios: Corresponde al oikuméne griego, el espacio habitable o biosfera, que se ha ido domesticando culturalmente dejando huellas de las relaciones de poder, de los conflictos y acuerdos mediante los cuales se han ido organizando (destruyendo/construyendo/estratificando) los territorios a lo largo de la historia entre las diversas especies animales/vegetales/minerales que han poblado la tierra. Su estratificación no es sólo humana, sino más bien telúrica, en cuanto constituye el legado biológico (la hepidermis) del planeta.
El estudio de las cartografías nos puede ayudar a entender mejor el desarrollo histórico de las redes de comunicación, a través de las cuales han circulado seres vivos y otros (minerales, energías), gracias a medios y tecnologías para la difusión e intercambio de bienes y servicios (culturales) materiales y simbólicos, alimentados por formas diversas de energización que permiten ir cada vez más lejos y más rápido. Su sistematización podría recogerse así:
1.1 Redes físicas: Representación de los sistemas de organización del espacio cada vez más compleja e inmaterial y administración de a) infraestructuras; b) sistemas energéticos; y, c) medios de transporte.
Comprenden todas aquellas redes que expresan la organización del espacio geográfico como territorio organizado por las necesidades de una comunidad (calles, plazas, edificios... patrimonio tangible). Los límites territoriales de una comuna institucionalizados administrativamente, su sectorialización; la ordenación y reglamentación de los usos de sus suelos urbanos y rurales; la red de canalización de aguas y alcantarillado, la red de suministro eléctrico y de otras energías; el trazado de la red vial y de transporte, los nudos carreteros (desde las rutas de carruajes, postas y posadas), ferroviarios, fluviales, marítimos, submarinos y aéreos (rutas postales y telegráficas...); que conforman la trama urbana, intercomunal, interprovincial, regional, nacional e internacional.
2. Ecosistemas: Tiene relación con el oikos griego, pero entendido como la casa común de los seres vivos, reconociendo la biodiversidad como totalidad de la vida orgánica, y el mandato comunicativo que ésta supone en la diversidad y la alteridad humanas. Así entendida, la comunicación desde una perspectiva holística debe adentrarse en el estudio de las relaciones ecológicas de convivencia.
Al considerar a las personas como protagonistas de la historia en convivencia con otros seres vivos asociados que han hecho posible su propia existencia se hace necesario estudiar:
2.1. Poblaciones. Análisis demográfico de la población que da vida a los territorios rurales y urbanos (ocupación y densificación poblacional). Análisis de otras poblaciones de seres vivos, integrados/desplazados; explotados/en proceso de extinción-recuperación. Con el apoyo de mapas incluso, nos interesa responder a la pregunta de quiénes son, dónde están y qué hacen los habitantes de determinados territorios, y aproximarnos a su calidad de vida, entendiendo cómo convive el ecosistema social con los otros ecosistemas.
El estudio del ecosistema social tratará de describir las actividades que realiza la población para organizar su vida y satisfacer sus necesidades, construyendo determinadas relaciones sociales. Se deberá considerar por ello la heterogeneidad de los grupos sociales que componen la comunidad (género, generación, etnia; situación familiar y social), condiciones de vida de acuerdo a las divisiones sociales (educación, vivienda, salud, situación socio-económica, laboral, etc.) y su actuación en el espacio público (política, economía, cultura, etc.). Distribución de los grupos sociales en barrios, cerros u otras unidades o zonas con identidad propia, arraigados o de reciente creación. Se incorporan también aquí las migraciones (traslados fuera del territorio originario [7] ) y movilidades (desplazamientos propios de la vida cotidiana [8] ; y aquellos otros propios de la dinámica socio-económica [9] ) en el espacio público y privado de las ciudades, de acuerdo a los tipos de actividades que realizan en su vida cotidiana, entendidas como prácticas comunicativas.
Todo ello debe ambientarse en cada época histórica a través de mapas que den cuenta de la ocupación/expansión del espacio vital de una comunidad y el grado de equilibrio conformado con otros nichos bióticos.
2.2. Instituciones: producto de lo anterior, la sociedad crea instituciones a través de las cuales se organizan y regulan las relaciones comunicativas entre personas de diversa condición, con objetivos económicos, políticos, culturales, religiosos, etc., que se reproducen a través de ritos y normas. Estas instituciones se localizan en edificios y sectores específicos de la cada ciudad, constituyendo la expresión viva (aunque a veces en ruinas o recuperadas para otros fines) de un patrimonio que, aunque tangible, tiene muchas veces un valor simbólico, por cuanto representan el orden espacial de las relaciones de poder: iglesias, cuarteles, tribunales de justicia, municipalidades, cárceles, empresas, industrias, mercados, edificios de correos, teatros, periódicos, estaciones de ferrocarril, terminales de buses, cines, entre otras.
3. Identidades y mediaciones: Historias de vida que expresan condiciones de nacimiento, expectativas, proyectos y decisiones de una generación, las que, a su vez, determinarán condicionamientos a la generación siguiente. A través de estos relatos podemos acercarnos a un conocimiento más cotidiano de la vida de las personas y las relaciones sociales de cada localidad, especialmente de los usos que han dado a las redes y medios de comunicación, y a la forma en que se han consolidando determinadas prácticas de comunicación.
Los trabajos de investigación estarán dirigidos a sistematizar la memoria oral y escrita (epistolarios, diarios de vida, memorias y otra documentación de identificación personal-familiar, etc.), la memoria gráfica (fotografía, carteles, afiches, trípticos, publicidad y propaganda) y audiovisual de una localidad, desde perspectivas etnográficas, historiográficas, sociológicas, psicológicas, socio-lingüísticas, de las artes y la literatura. El objetivo es representar las historias de vida desde los distintos relatos e imaginarios sociales, donde podemos contrastar la consolidación de distintos proyectos de vida, personales y colectivos, y la transformación de las relaciones sociales de una comunidad determinada.

La relación entre lo personal y lo colectivo, lo privado y lo público, será abordada desde la proyección de dos redes:
3.1. Redes sociales: A través de ellas podremos representar los usos sociales del espacio, considerado como la construcción colectiva de la convivencia ciudadana y que puede explicarse desde los múltiples usos de la infraestructura social, cultural y recreativa (plazas, parques, sedes vecinales, infraestructura recreacional y deportiva, cines, teatros, lugares de encuentro y expresión públicos). Entender el uso de estos espacios como la forma simbólica de expresión de las dinámicas interpersonales y ciudadanas que contribuyen a generar opinión pública y comportan la participación de organismos públicos, privados, intermedios (asociaciones y movimientos ciudadanos, colegios profesionales, sindicatos, gremios, ONGs, etc.).
3.2. Redes de comunicación: Analizaremos aquí las formas masivas de mediación, a través de medios de comunicación, que actúan desde distintos presupuestos económico-políticos-culturales, y que van readecuando o reequilibrando la apropiación y usos sociales de la información y las prácticas comunicativas. La descripción abordará la red postal y la telefónica, herederas de la telegráfica y ferroviaria, que fueron además la matriz de desarrollo de las primeras agencias y servicios informativos; los primeros flujos de información transnacional, la micro, meso, mass y megacomunicación; la conectividad de las telecomunicaciones, las redes telemáticas y satelitales.
Referencias bibliográficas:
BERMAN, Morris (1981). El reencantamiento del mundo. Santiago: Cuatro Vientos, 2ª reimpresión 1990.
BATESON, Gregory (1973). Pasos hacia una Ecología de la Mente. Londres: Paladin.
BRAUDEL, Fernad (1991) Escritos sobre historia. México: Fondo de Cultura Económica.
------- (1953) El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. México: Fondo de Cultura Económica.
CROWLEY, David y HEYER, Paul (1997). La comunicación en la historia. Tecnología, cultura, sociedad. Barcelona: Bosch.
DOLLFUS, Olivier (1976). El espacio geográfico. Barcelona: Oikos-tau.
GIANNINI, Humberto (1999). La “reflkexión cotidiana. Hacia una arqueología de la experiencia. Santiago: Edit. Universitaria, 5ª edic.
JOSEPH, Lawrence E. (1992). Gaia. La Tierra viviente. Santiago: Cuatro Vientos.
LOVELOCK, James (1988). The Ages of Gaia: A Biography of Our Living Earth. Nueva York: W.W. Norton & Company.
MATTELART, Armand (1995). “Estudiar la génesis de la comunicación”. En: Revista Voces y Cultura, nº7, Barcelona, 1er. Semestre 1995.
MATURANA, Humberto (1990). Emociones y lenguaje en educación y política. Santiago: Hachette.
MORENO, Amparo (1999). “Paseos por el pasado y el presente de las redes de comunicación desde... Cataluña a través de Internet”. Bellaterra: UAB, propuesta didáctica de la Cátedra de Historia de la Comunicación.
MUÑOZ, Sonia (1994). Barrio e identidad: comunicación cotidiana entre las mujeres de un barrio popular. México: Trillas, Felafacs.
Notas:
[1] No en vano, uno de los parámetros de medición del desarrollo de un país se observa por el índice de lectura de diarios y revistas, número de receptores de radio y televisión, aunque escasamente existen observaciones sobre la calidad de los procesos de comunicación en cuanto a su capacidad de integrar o excluir socialmente a las personas.
[2] Margulis ha descrito como tal al proceso mediante el cual un organismo unicelular incorpora a otro sin destruirlo, permitiendo que la criatura internalizada procree como si fuera autónoma.
[3] SORRE, Maximilien. Las bases biológicas de la geografía humana, ensayo sobre una ecología del hombre. Cif. en: BRAUDEL, 1991.
[4] Las deformaciones de la perspectiva de Geradus Mercator datan de 1596, producto de la traducción de las dimensiones esféricas del globo terrestre a su representación rectangular, han perdurado por más de tres siglos. Corregidas por el geógrafo y periodista alemán Arno Peters en 1973, y pese a los intentos de especialistas, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y otras organizaciones intergubernamentales y no-gubernamentales, no han conseguido modificar la cosmovisión de un mundo que, contenido en los textos escolares actuales y en las más modernas infografías de los medios de comunicación, siguen reproduciendo mecánicamente la visión del pasado colonial.
[5] Esta estrategia es funcional a las estrategias discursivas que se afirman desde la negación, por lo que no resulta paradójico que una de las ideas-fuerza de los defensores de la globalización sea el fin de las ideologías.
[6] Su propuesta didáctica “Paseos por las redes de comunicación desde... Catalunya” puede ser recorrida en el campus virtual de la Universidad Autónoma de Barcelona http://oaid.uab.es/passeig, proyecto de investigación que está desarrollando una red descentralizada, plural e interactiva desde donde es posible entender las tramas históricas entretejidas por mujeres y hombres de localidades próximas y lejanas, utilizando redes y medios de transporte y comunicación. Además estará disponible próximamente en el libro Paseos por el pasado y presente de las redes de comunicación. Barcelona: Icaria.
[7] En América Latina debemos intentar explicar más certeramente además de las migraciones producidas por razones económicas (campo-ciudad, p. ej.), aquellos otros desplazamientos forzosos debidos a la represión étnica o a los destierros, extrañamientos, relegaciones y exilios a causa de la represión o proscripción de determinadas ideas políticas o religiosas.
[8] Cabe aquí describir todos aquellos desplazamientos en el espacio público y privado (instituciones, empresas, centros comerciales, de recreación, cultura), producto de las distintas dimensiones de la vida social (trabajo, uso del tiempo libre, consumo, etc.).
[9] Nos referimos principalmente a las dinámicas de clase, que se traducen en movilidades materiales y simbólicas en el mejoramiento o retroceso de las condiciones de vida. Habitualmente dichas movilidades tienen consecuencias en la sociabilidad de las personas (sector donde se habita, tipo de consumo, etc.).

martes, mayo 09, 2006

Cristianismo y Marxismo en Chile. Paradojas comunicacionales y espacios de convivencia

Publicado en: Revista de Pensamiento Comunicacional Latinoamericano

Vol. 3 - número 4, julio/agosto/setiembre 2002

Irma BRAVO COVARRUBIAS

Doctora (c) en Ciencias de la Comunicación, Universidad Autónoma de Barcelona
Profesora de Periodismo Universidad de Viña del Mar, Chile

Felip GASCÓN i MARTÍN
Doctor en Ciencias de la Comunicación, Universidad Autónoma de Barcelona
Profesor de Periodismo Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile




Resumen

Las matrices del pensamiento en los 60

El Programa “desarrollista” de Frei

La “Promoción Popular” y el aporte de Paulo Freire

Propuestas de comunicación y cultura de la UP

La crítica comunicacional del CEREN

Fuentes Personales



Resumen

Es objetivo de este trabajo describir los conflictos, mediaciones y consensos que guiaron a las ideas matrices del cristianismo y del marxismo en cuanto a la constitución del sujeto popular, a través del análisis de dos momentos clave en la historia de Chile: la “revolución en libertad” de la Democracia Cristiana (Eduardo Frei Montalva, 1964-1969) y la “vía chilena al socialismo” de la Unidad Popular (Salvador Allende Gossens, 1970-1973).

El análisis revisa cíticamente las iniciativas más importantes de ambos períodos: la Promoción Popular y el aporte de Paulo Freire a través de INDAP; las políticas culturales y comunicacionales de la Unidad Popular, con énfasis en el aporte de la Editorial Quimantú; y, finalmente, el aporte académico del CEREN



Con-textos y pre-textos: por una mirada integral a las comunicaciones

Preguntarse sobre la ausencia de diversidad en las propuestas comunicacionales del Chile actual requiere rastrear en el pasado cuáles fueron las matrices de las ideas que orientaron el cambio de giro respecto de la influencia determinante del funcionalismo norteamericano y los propósitos desarrollistas, que trataron de articular desde los ’60 las políticas de seguridad hemisféricas, con las políticas económico-tecnológicas, sociales, culturales y comunicacionales. Ese modelo de desarrollo no era sino el intento por consolidar en América Latina un proyecto de sociedad dependiente, cuyo itinerario “modernista” trata de irradiarse a través de los medios de difusión masiva para impactar no sólo en la estructura económica, sino principalmente en las representaciones ideológicas de la vida cotidiana, en los usos y costumbres, en las pautas de consumo y, en fin, en las relaciones sociales. Un estilo de vida moderno, que incorporara en forma creciente un modelo de desarrollo capitalista, industrial y urbano, con grados reformistas de integración social suficientes como para amortiguar los vientos revolucionarios que comenzaban a agitarse en el subcontinente, y cuyos referentes más mediatos en tiempo y espacio eran la Revolución Cubana y la Teología de la Liberación.

Siendo el objetivo prioritario de este trabajo el interrogarse sobre la incidencia en Chile de las ideas marxistas y cristianas en la construcción del sujeto popular, en cuanto actor comunicativo, no podríamos partir sin reconocer, en primer lugar, la necesidad de una perspectiva descentrada de la comunicación en cuanto objeto de estudio, y una crítica a su invisibilidad en la historiografía chilena. Indagar sobre qué pasaba con las comunicaciones durante el periodo comprendido entre los años 60-73 resulta difícil y complicado, debido, especialmente a que el ámbito de las comunicaciones no representaba un sector prioritario para los gobiernos de turno. Es por ello que el gran marco de referencia siempre está representado por la cultura y dificilmente por los sistemas, políticas y prácticas comunicativas.

En el contexto histórico chileno las normas de exclusión social perduraron hasta fines del siglo XIX, cuando se producen las primeras prácticas de integración de los sectores medios y populares en el escenario político y cultural,
coexistiendo a partir de entonces la alta cultura, la incipiente cultura de masas y la cultura popular; un puente de tránsito que comienza a sacar del aislamiento casi feudal al mundo campesino.

En efecto, para amplios sectores de la sociedad el atraso campesino es uno de los factores determinantes que dificultan la modernización de la economía. Esta tesis, promovida por la política de la Alianza para el Progreso, está sustentada también por la CEPAL, la FAO, el Instituto Interamericano de Ciencia Agrícola y la OEA, organismos claramente influidos por Estados Unidos en el propósito de frenar las posibles influencias de la Revolución Cubana, considerando la articulación del campesinado como actor político, capital que será recogido en los programas de gobierno tanto de Frei como de Allende, planteándose la necesidad de una Reforma Agraria avanzada.

La búsqueda de un camino posible para introducir reformas en diversos planos posibilitó la convergencia de cristianos y marxistas en la consolidación del movimiento obrero, gracias especialmente al liderazgo de los sindicalistas mineros Luis Emilio Recabarren y Clotario Blest, constituyéndose en 1953 la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), un primer triunfo en la consecución de los “derechos políticos y sociales de los trabajadores [que contribuyó] a la educación cívica de grandes conglomerados del pueblo” (Barrías, 1972:123).

La reforma a la ley electoral de 1958, reconociendo el voto universal y secreto a los mayores de 18 años, constituye uno de los principales detonantes de la influencia creciente del pensamiento progresista encarnado en el humanismo democristiano y los postulados de la izquierda, especialmente por el nuevo peso político-electoral del sector campesino. Aunque resulte paradójico, el triunfo del Frente de Acción Popular (FRAP) en 1938 no había conseguido integrar a los campesinos a la ciudadanía para participar en la profundización de la democracia; de hecho, las discrepancias estratégicas y tácticas entre socialistas y comunistas posibilitaron en ese entonces que el conservadurismo estableciera con los radicales un pacto de omisión de reformas hacia el mundo rural, postergando con ello las posibilidades de modernizar la estructura económica, profundizar los niveles de justicia social y reconocer los derechos ciudadanos del campesinado.

La convergencia sindical de marxistas, radicales y demócrata-cristianos tratará de facilitar la unificación política. Dicho intento consolidó en 1956 el proyecto de gobierno del FRAP con un programa antiimperialista, antioligárquico y antifeudal, con el objetivo de aglutinar a los distintos sectores sociales en una alianza de carácter defensivo más que en la propia formulación de una sociedad alternativa. Sin embargo, será necesario quemar una etapa previa en la que se agudizarán las contradicciones socio-políticas para hacer viable la convergencia de cristianos y marxistas tras un proyecto genuino de transición al socialismo por la vía democrática.

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Las matrices del pensamiento en los 60

En la década de los ’60 el paradigma capitalista entra en crisis, desplazando del liderazgo a conservadores y liberales, e instalándose en el debate la certeza de que es imposible superar el subdesarrollo sin introducir cambios estructurales en la sociedad. La revolución se convierte en la matriz conceptual que desafía a definirse a viejos y nuevos paradigmas ideológicos.

Por lo mismo, la elección presidencial de 1964, que enfrenta a los candidatos Eduardo Frei (PDC)[1] y a Salvador Allende (FRAP), resumirá en dos consignas los posibles caminos y ritmos para superar el anquilosado modelo de capitalismo dependiente: ¿“revolución en libertad” o “revolución con sabor a empanadas y vino tinto”?

Nunca como en esta coyuntura histórica se hace imprescindible la definición y el compromiso de los agentes de opinión y conciencia social, esto es intelectuales, académicos, artistas, creadores, religiosos y comunicadores por un modelo societario. ¿Capitalismo o socialismo? Esta parece ser la entelequia que interroga a todas las dimensiones teóricas, estéticas, éticas y pragmáticas del momento exigiendo una definición de principios ideológica. En este contexto, el marxismo, la teoría de la dependencia y la teología de la liberación provocan un nuevo giro a las perspectivas de análisis, orientándose hacia una clara finalidad política, la transformación de la realidad social.

"La ciencia social comprometida era aquella que apuntaba a los cambios estructurales de la sociedad, la solución de problemas específicos podía estar, a lo sumo, dentro del campo de la ciencia aplicada".(Frohmann, 1993: 101).

Según Brunner, Hopenhayn, Moulian y Paramio (1993), los principales paradigmas de conocimiento que se enfrentaron en Chile, durante las décadas ‘50 a ’70, pueden sintetizarse así:

El Paradigma Positivista: coincide con la institucionalización y organización profesional de la investigación social en Chile (década de los ’50), este enfoque de corte liberal tiende a asociar la producción de conocimientos científicos con la aplicación práctica de estrategias de desarrollo, mediante procesos de ingeniería social. Amparado en el carácter mecanicista del desarrollismo, emplea como máxima la ecuación: introducción de innovaciones + modernización = desarrollo.

El Paradigma Marxista: se desglosa en dos vertientes, la metodológica basada en la dialéctica y postulada principalmente por las corrientes socialistas; la teoricista o marxista-leninista, que a su vez es interpretada en su versión clásica por la influencia soviética en los postulados del Partido Comunista chileno y en los intelectuales de su órbita, y por la castrista que será gravitante en los emergentes movimientos revolucionarios de los ’70 y en sectores del Partido Socialista.

Aunque también tuvo incidencia la denominada teoría de la marginalidad, uno de cuyos centros activos fue Chile[2]. Asumiendo una perspectiva crítica desde la sociología del desarrollo y la teoría de la dependencia, especialmente desde los aportes estructuralistas del economista argentino Raúl Prebisch[3] y otros funcionarios de la CEPAL, y la dialéctica que se planteaba entre subdesarrollo/dependencia, pretendía mediante métodos científicos identificar y definir “los agentes de cambio” necesarios para transformar la realidad, pese a que el nivel de abstracción de sus formulaciones sirvió más a propósitos teóricos que propuestas prácticas concretas.

Al interior de esos grandes paradigmas se establecen, no obstante, una serie de puentes que bien pueden explicarse por la práctica social de cristianos y marxistas en un período de convergencia rico en matices, donde la cultura política traspasará todas las estructuras, incluidas las del Estado, la Iglesia, las universidades y, por supuesto, a los actores y movimientos sociales. Sin embargo, la persecución de ese nuevo humanismo no estará exenta de paradojas al tratar de establecer los liderazgos y las dimensiones del cambio, definición que provocará una implosión en cada uno de esos mundos, cuya onda expansiva culminará con una ruptura tan deshumanizante como la habida el 11 de septiembre de 1973.

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El pensamiento cristiano

Las matrices de un pensamiento cristiano progresista en el Chile de los ’60 hay que contextualizarlas en el intento de reconciliación que la propia institucionalidad católica tiene con la democracia y con la soberanía del pueblo, al promulgar la Encíclica Vaticano II. Intento que se enfrentará con una institucionalidad conservadora y hegemónica en el seno de la Iglesia Católica chilena, emparentada con los valores latifundistas rurales y casi feudal en su pensamiento sobre las relaciones sociales.

Los principales espacios de debate intelectual del mundo cristiano en esa época son las revistas Mensaje, Política y espíritu, como asimismo el quehacer de la Editorial Pacífico y las Encíclicas Sociales, donde se aborda y actualiza el pensamiento progresista de Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Teilhard de Chardin, Jorge Ahumada y Aníbal Pinto, entre otros.

El mundo religioso participará de distintas formas y con distintos compromisos en la dialéctica conservación/cambio. En primera instancia por la influencia directa de los curas obreros, que asumen una opción de compromiso con los pobres a través de la convivencia cotidiana en las industrias y en las poblaciones. Vertiente que influida por el cristianismo francés de postguerra, representa una alternativa al liberalismo y al colectivismo socialista, el que será llamado a interrogar y a desafiar la práctica de los partidos de la izquierda marxista, y a enriquecer el debate cultural y comunicacional desde el más estricto sentido político. Una práctica encarnada en la acción de un nutrido grupo de curas obreros, que constituyeron el Movimiento Obrero de Acción Católica (MOAC), y que más allá incluso de su referencia territorial originaria y de la temporal que aquí abordamos, constituyen todavía en la actualidad verdaderos símbolos vivientes del compromiso social cristiano. Entre ellos cómo no rendir tributo a los catalanes Joan Alsina y Antoni Llidó y al francés André Jarlan, asesinados durante el régimen militar; y a Pierre Dubois, a quien recientemente se le entregó la nacionalidad chilena como reconocimiento por su gran obra con los movimientos cristianos de base, y que le significara su expulsión durante la dictadura.

El apoyo directo a los proyectos de gobierno de Frei y Allende, representa la segunda faceta con que el mundo religioso concreta su mediación por el cambio, una mediación desde la base social no vinculada directamente a la institucionalidad de dichos gobiernos. Aunque bien es cierto que la dinámica propia en la toma de conciencia del papel histórico de la Iglesia provoca en su seno una serie de transformaciones que terminarán por definir importantes vinculaciones entre lo teológico y la acción social.

La Doctrina social-cristiana estuvo íntimamente ligada al rápido proceso de emergencia y consolidación del PDC, y aunque en sus orígenes era marginal en la Iglesia chilena, la llegada al poder de Eduardo Frei motivará una renovación en las cúpulas eclesiásticas con el nombramiento de algunos obispos clave para el éxito del proyecto político y social del PDC. Entre ellos destacaron Carlos González, Rafael Contreras, Raúl Silva Henríquez,y Manuel Larraín[4].

Los postulados de ese progresismo moderado venían planteando desde los ‘50 que el cambio social estaba ligado a las actitudes personales, a los principios de justicia y caridad cristianos, oponiéndose claramente a la lucha de clases. Manuel Larraín, Obispo de Talca, provincia de gran raigambre campesina en la zona central del país, sugería unas directrices dialogantes para enfrentar los conflictos sociales al decir que “las justas exigencias del obrero deben presentarse sin frases ni conceptos que hieran. Las peticiones obreras deben ser recibidas sin altanería, ofensa o desprecio. Todos deben recordar que hay un precepto máximo, que es el de la caridad: ‘amaos los unos a los otros’” (Larraín, 1953).

La coyuntura de los ’60 dará un énfasis más crítico a este discurso. Así se expresa en el pensamiento del Cardenal Raúl Silva Henríquez, Primado de Chile, al declarar ante el Congreso Mundial de la Asociación Católica Internacional para la Radio y la Televisión, celebrado en Munich en abril de 1968:

“Dada la situación privilegiada de los grupos hegemónicos latinoamericanos, que se sitúan entre el mundo del desarrollo y el nivel nativo marginal, y dado el hecho de que esos grupos están orientados hacia el exterior y tienen más vínculos con él que su propio medio, no es de extrañar que la propiedad de los medios de comunicación social sea patrimonio casi exclusivo de estos privilegiados y que transmitan al mundo interno marginal valores que reflejan una sociedad que no es la nuestra”[5].

En el mundo laico el debate y praxis de los cristianos se institucionalizará inicialmente a través del PDC, donde tendrán una difícil convivencia las ideas reformistas-desarrollistas y la vía progresista tras la definición de una vía no capitalista. Animada por la reforma universitaria que se inicia en el gobierno de Frei y culmina en el de Allende, esa vía se expande y radicaliza por distintas influencias en el mundo intelectual que producirán un desplazamiento del pensamiento cristiano moderado hacia el marxismo, que se inicia paradójicamente desde la Acción Católica, teniendo como centro de actividad la Pontificia Universidad Católica (PUC).

En efecto, al alero del movimiento universitario crece una generación de militantes católicos, integrantes de las Juventudes Demócrata Cristianas, que postulan el marxismo como la teoría filosófica en la que se basará la praxis del cambio social. Un marxismo distinto al de los partidos de la izquierda tradicional, el núcleo motor de lo que se ha venido en llamar la segunda vía al marxismo. Sus exponentes más importantes son Marta Harnecker, Rodrigo Ambrosio y Tomás Moulian, entre otros, quienes conducirán a esa odisea no capitalista hacia el puerto de la utopía y con ella a dos importantes y sucesivas escisiones en la militancia de los social cristianos: el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU)[6] y la Izquierda Cristiana (IC)[7], nuevos referentes políticos de convergencia entre cristianos y marxistas que se
integran en la coalición de la Unidad Popular (UP), bajo una clara hegemonía comunista-socialista que llevará al poder a Salvador Allende en 1970. La radicalización del pensamiento social cristiano se explica por las discrepancias surgidas con el reformismo desarrollista del PDC, al aumentar las contradicciones internas y defraudar las expectativas campesinas sin lograr resolver los grandes temas de fondo: el subdesarrollo y la profundización democrática.

Por una vía distinta, e impregnados por las ideas de la revolución cubana, el mayo francés y el pensamiento de Althuser, una parte de esa intelectualidad tomará una opción más radical y menos etapista por la transición al socialismo, al vincularse al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), una clara opción rupturista con el reformismo y la democracia parlamentaria burguesa.

Un caso distinto es el de la Teología de la Liberación, con más incidencia teórico-conceptual al no institucionalizarse como un referente partidario y militante dentro del pensamiento cristiano chileno, pero con una influencia decisiva en la formación del Movimiento Cristianos por el Socialismo. De hecho la llegada de Paulo Freire a Chile en 1964, exiliado como tantos otros intelectuales brasileños tras el golpe militar contra Joao Goulart, marcará profundamente el debate intelectual desde una perspectiva latinoamericana y a la vez universalista, que partiendo desde la formulación de una praxis educativa liberadora se irradiará al conjunto de las ciencias sociales, incidiendo también con posterioridad en el campo de las comunicaciones, como analizaremos más adelante.

El Movimiento Cristianos por el Socialismo fue impulsado por el denominado “Grupo de los 80” y estaba constituido por sacerdotes que trabajaban en sectores populares de la zona sur de Santiago. Aunque una buena parte de ellos eran europeos, es innegable la influencia de los teólogos chilenos Ronaldo Muñoz y Pablo Richard en la construcción de una teología desde la marginación que justifica su proximidad con un humanismo marxista en la lucha por la justicia y la libertad.

En un comunicado de prensa, el grupo promotor[8] de las jornadas de “Participación de los Cristianos en la Construcción del Socialismo”, realizadas en Santiago en abril de 1971, plantea así su compromiso por la vía al socialismo: “ser cristiano es ser solidario, ser solidario en estos momentos en Chile es participar en el proyecto histórico que su pueblo se ha trazado”. El grupo declaraba no tener militancia partidaria y que sus argumentos se nutrían principalmente del Evangelio, del Concilio Vaticano II y de las conclusiones de Medellín, para rechazar una teología dualista que separa la fe del compromiso social. Su concepción asume “una sola historia” en la que Dios va
realizando la liberación de su pueblo: “... en el socialismo hay más valores evangélicos que en el capitalismo” dijo el cardenal de Santiago Raúl Silva Henríquez (Ruiz-Tagle, 1971: 176).

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El Programa “desarrollista” de Frei

La decisión del PDC de emprender su "camino propio" con la presentación de Eduardo Frei Montalva como candidato a las elecciones presidenciales de 1964, y el respaldo del radicalismo y la derecha para evitar el avance sostenido de la izquierda, contribuirán a articular un nuevo eje político centrista más rígido y con gran poder de maniobra en el Gobierno. Las cuatro áreas de reforma prioritarias que constituyen la base política de la “revolución en libertad” de Frei son: la promoción popular, las reformas agraria y de la educación y la chilenización de la minería del cobre.

A través de ellas se impulsa una estrategia desarrollista e integracionista, cuyo principal propósito es un cambio cultural, una toma de conciencia ante la exclusión social, instalando la modernidad como paradigma y poniendo fin a la sociedad tradicional latifundista. Por ello, la política de promoción popular apunta al fomento de redes sociales en las poblaciones marginales urbanas, dando estatuto legal a las juntas de vecinos, los centros de madres, las asociaciones de padres, los clubes para jóvenes y las asociaciones deportivas. Un modelo de participación ciudadana basado en la extensión de redes desde el núcleo de las familias y que será visto con recelos clientelistas y paternalistas por la izquierda, cuyo modelo de influencia se extendía desde su supremacía en el movimiento sindical-productivo. Las estrategias de constitución del sujeto popular tendrán así dos frentes principales, el poblacional urbano y el campesino, espacios de encuentro de las ideas marxistas y cristianas progresistas, aunque no siempre de convergencias tácticas en la acción partidaria.

Las tareas más urgentes del programa de gobierno del PDC constituyen un verdadero desafío comunicacional en sí mismas: la superación del aislamiento y la marginalidad de los sectores populares, debidas al analfabetismo y al alfabetismo pasivo, la falta de redes de comunicación y las dramáticas condiciones de vida de dicho segmentos de la sociedad. En 1965, con la reforma agraria freísta, se modifica el esquema de tenencia de la tierra como también “las formas de relación con el Estado, y la organización campesina y sus objetivos, produciendo todo ello un complejo cambio institucional y cultural” (Munizaga, 1986: 4).

El enfoque desarrollista en el mundo democristiano se plantea como meta el “comunitarismo”, un intento por construir un modelo económico mixto que englobara a agentes privados, públicos y cooperativos. Parte importante de esa política se sustentaba en el desarrollo de las organizaciones intermedias, gremialistas, cooperativas y asociaciones comunales para el desarrollo económico y social.

Orientado a crear y fortalecer las organizaciones de base, el programa DC ponía el énfasis en que “la familia, el vecindario, la municipalidad, el sindicato, la región y la empresa son valores que deben tener plena expresión; deben asumir responsabilidades y participar de una manera adecuada en cada fase del proceso económico, social, cultural y político” (Grayson, 1968: 352).

El Consejo de Promoción Popular construyó multitud de centros comunitarios, fomentando la organización social a través de programas de capacitación de líderes. Especialmente en zonas rurales aisladas y en poblaciones pobres se crearon centros de salud.


Más que la modernización del campo en sí misma y un cambio profundo de las estructuras económicas, el programa democristiano se plantea la ampliación del mercado urbano y la integración del campesinado a la modernidad. Para facilitar dichos propósitos se plantean cambios en la institucionalidad asumiendo la urgente tarea de dirigir desde arriba el proceso de cambio, así se promulga la ley que amplía las posibilidades de sindicalización campesina (1967), se crea la Corporación para la Reforma Agraria (CORA) y el Instituto de Capacitación de la Reforma Agraria (ICIRA), reorientándose el quehacer del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP). Dicha plataforma contribuirá decisivamente a fortalecer la organización y participación campesina, mas no su estatuto de independencia.

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La “Promoción Popular” y el aporte de Paulo Freire.

El padre intelectual de la Promoción Popular del Gobierno de Frei fue el sociólogo belga Roger Vekeman, quien ya en 1955 vino a Chile a exponer su propuesta social y económica.

Desde el punto de vista de la constitución del sujeto popular, la promoción popular y su espíritu comunitarista constituirá una verdadera perspectiva transversal, que nutrirá las acciones del Centro para el Desarrollo Económico y Social de América Latina (DESAL) en asesoría al Gobierno de Frei, especialmente al INDAP y al ICIRA. En este último organismo se integraron un número significativo de exiliados brasileños tras el derrocamiento de Joao Goulart en 1964, entre ellos destacaron el ex Ministro de Trabajo Almino Affonso[9], el abogado y artífice de la ley de Reforma Agraria de Frei Plínio Sampaio y el ex Ministro de Educación Paulo de Tarso, entre otros. En INDAP se integró el educador Paulo Freire y permaneció entre 1964 y 1969.

Freire reorienta y madura su Método Psico-social de Alfabetización de Adultos en el período de su exilio chileno, en el que publica La educación como práctica de la libertad (1965) y posteriormente La pedagogía del oprimido (1968), obras en las que sintetiza las experiencias de promoción social vividas en su trabajo para la División de Desarrollo Social del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), dirigido por Jacques Chonchol. Su quehacer estuvo centrado en tres frentes de asesoramiento:

A los equipos técnicos de capacitación campesina y de los promotores campesinos;

A la Corporación de la Reforma Agraria (CORA) en programas de alfabetización; y,

Al Ministerio de Educación en programas de alfabetización de adultos.

Fruto de su reflexión-acción acuña la categoría de “sociedades en transición”, aportando categorías teóricas del pensamiento cristiano (especialmente el diálogo) y del marxista (conceptos derivados de clase social) y del existencialismo (hacerse hombre en la libertad) (Williamson, 1999).

En Chile se radicaliza su pensamiento, se politiza y amplía al contexto latinoamericano, al convivir en un ambiente intenso y fecundo en la discusión de modelos de acción para los países subdesarrollados. Especialmente enriquecedoras fueron las reflexiones aportadas por algunos de sus amigos brasileños que trabajaban en el Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales de la ONU y en el ICIRA, entre otros muchos aportes según reconoce él mismo:

“Santiago se convirtió casi en una especie de ciudad dormitorio para intelectuales, políticos de opciones muy variadas... Aprendíamos de los análisis, de las reacciones, de las críticas hechas por colombianos, venezolanos, cubanos, mexicanos, bolivianos, argentinos, paraguayos, brasileños, chilenos, europeos” (Freire, 1987: 94)

En 1968 publica Extensión o comunicación obra clave donde critica conceptualmente la práctica de la extensión considerándola como una forma de “invasión cultural”. Influido por la teoría de la dependencia, critica al modelo de capacitación y asistencia técnica tradicional que se usaba en el mundo campesino, planteando como alternativa acentuar los procesos de comunicación entre técnicos y productores rurales. Propone un nuevo tipo de conocimiento que rechaza la simple instrucción o adiestramiento. Freire señalaba que es imposible conocer con rigor despreciando
la intuición, los sentimientos, los sueños, los deseos, pues es todo el cuerpo el que socialmente conoce. “El proceso educativo se constituye en un ejercicio crítico de pensar la práctica” (Ghiso, :5).

Esa crítica a la invasión cultural tiene una relación dialéctica con aquellos otros enfoques difusionistas en la comunicación, siendo su perspectiva dialógica de la práctica educomunicativa un encuentro entre las personas en la tarea común de saber y actuar, donde la comunicación como la educación constituyen fenómenos poíticos en sí mismo.

Con ello, el planteamiento liberador de Freire rompe con los enfoques paternalistas y asistencialistas del cristianismo conservador y de parte de la izquierda marxista al enfocar la liberación de las personas en comunión. El encuentro multicultural, la solidaridad, la comunicación, la alegría y la esperanza, son condiciones necesarias del quehacer pedagógico, entendido éste como una experiencia particularmente humana, histórica y política” (Ghiso: 1).

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El pensamiento marxista

La fuerza del pensamiento marxista en Chile no nace de la mano de un movimiento intelectual genuino e independiente, sino más bien por la condición histórica que los partidos políticos ligados a ese mundo han tenido como referentes culturales. Según Moulian se trata más de una política cultural, asumida por los partidos como agentes intelectuales colectivos, que provoca una “vinculación entre política e ideología muy fuerte, lo que hace que el marxismo como teoría de la sociedad impregne un sentido común de masas”[10]. Y esa apropiación de sentido común en los sectores populares traduce una identificación entre marxismo y el modelo soviético como referente simbólico.

Las tesis del Partido Comunista en cuanto a la construcción del sujeto popular se centran por ello en el fortalecimiento de la participación para ampliar la movilización social, como plataforma de apoyo para la construcción de un estado socialista, generando una conciencia de clase en los sectores populares. Su acción es especialmente importante en el desarrollo de la clase obrera, diferencia sustantiva respecto a otros países de América Latina.

El otro referente marxista, más híbrido y mestizo, está representado por las distintas vertientes al interior del Partido Socialista; una vertiente de características más flexibles y liberales, representado por Eugenio González; un socialismo populista liderado por Raúl Ampuero; y una síntesis de ambos producida por la influencia del castrismo y ciertas tendencias leninistas manifiestas a partir de 1967.

Pero el debate marxista, como hemos visto, traspasa las propias fronteras del conglomerado de partidos que conforman la Unidad Popular. Pese a la estrategia común de enfrentar los cambios estructurales que la sociedad chilena necesita, las tácticas producirán contradicciones y divergencias respecto al ritmo del proceso de transición al socialismo.

La enorme fuerza hegemónica del marxismo como referente cultural minimizará incluso la fecundidad que la Teología de la Liberación tuvo en otros países latinoamericanos, al permear profundamente el debate intelectual y político. En Chile, en cambio, la efervescencia de la movilización social provoca una popularización de la filosofía marxista, transformándose en la ideología operante en el campo cultural, porque los partidos son el referente cultural y el pensamiento intelectual tiene una función orgánica ligada a ellos. En este sentido, la Teología de la Liberación se produjo como una experiencia atípica y no institucionalizada, es decir no adscrita a la función orgánica de partido alguno o dentro del seno de la Iglesia.

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Propuestas de comunicación y cultura de la UP

Pensar las comunicaciones durante el período de la UP significa situar el eje de su dinámica al interior de los partidos políticos, de las organizaciones sociales y del mundo académico, y no en los medios de comunicación. Es una época en que la acción comunicativa de los sujetos populares se planifica, se organiza y se ejecuta de común acuerdo con la agenda pública de los líderes políticos y sociales. Todo esto debido a que la naturaleza de las organizaciones políticas del momento es constituirse en aparatos comunicacionales de la ciudadanía con el fin de crear conciencia de clase, a través de la ideología marxista.

Las prácticas comunicativas más extendidas fueron la discusión ideológica, el debate, la polémica y luego la confrontación en los medios de comunicación. Y no se trataba de cualquier tipo de debate, sin duda que nos estamos refiriendo al período que gozó de mayor riqueza discursiva en la historia de las reivindicaciones sociales, debido a que tanto los actores individuales como colectivos no acostumbraban a reflexionar sobre sus intereses corporativos sino que lo hacían sobre la totalidad de los problemas que aquejaban a la sociedad chilena.

Analizar las comunicaciones desde los medios implica referirse sólo a la radio y la prensa, ya que el uso masivo de la TV es posterior. Si bien el gobierno de la UP había señalado en múltiples oportunidades cuáles eran sus postulados en el tema cultural-comunicativo, a la hora de llevarlos a la práctica a través de una política de medios estos nunca toman cuerpo. Así, nos encontramos con una serie de medios pertenecientes a los partidos del gobierno[11] que continúan funcionando bajo el mismo formato y sin dar cabida a una comunicación alternativa para y con los sectores populares.

Como hemos visto la fuerza centrípeta del marxismo como referente cultural confirma la tesis de Moulian de que los partidos de esa esfera funcionaron como “aparatos comunicacionales”, siendo la matriz comunicacional más importante la construcción del discurso sobre la conciencia de clase para enfrentar el discurso dominante conservador.

Para el marxismo más ortodoxo y tradicional, la comunicación más que un campo histórico prioritario se muestra como un contexto, una coyuntura, algo lineal y estático determinado por los medios técnico-ideológicos, determinante para las audiencias. Ese planteamiento mecaniscista se construye como un contradiscurso que dará cuerpo al denuncismo, una forma de concientización de los sectores populares en el proceso de cambio revolucionario.

“Sólo expropiando los grandes medios técnicos de comunicación, aboliendo la propiedad privada sobre ellos y estableciendo su propiedad social sobre los mismos, de todo el pueblo, posibilitando su uso por las distintas organizaciones sociales, se superará la aberración de que unos pocos puedan influir sobre millones de hombres, incluso en contra de sus propios intereses y por sobre sus derechos a la información, a la cultura y a la recreación sana” (Taufic, 1973: 215).

Esta función “denuncista”, influida por la teoría de la dependencia, impregna parte importante del debate, planteándose como una forma de agitación que acelere el tránsito de la experiencia democrático-popular al estado socialista, al determinar que el subdesarrollo es una consecuencia de la dependencia global de la sociedad al imperialismo.

Cabe enfatizar, además, que “la vía chilena al socialismo” estuvo marcada por la confrontación de dos ritmos distintos, el del PC que consideraba la tesis histórico-política de alianza burguesía-clase obrera, justificando el diálogo con los cristianos; y el ritmo propugnado por sectores del PS de “avanzar sin transar”. Sin embargo, ambas posiciones todavía eran tildadas de reformistas por el MIR, al inscribirse dentro de los límites de la “democracia burguesa”.

La política explícita del Programa de Gobierno de la Unidad Popular planteaba que:

“Los medios de comunicación masiva (radio, editoriales, televisión, prensa, cine) son fundamentales para ayudar a la formación de una nueva cultura y un hombre nuevo. Por ello, se deberá imprimirles una orientación educativa y librarlos de su carácter comercial, adoptando las medidas para que las organizaciones sociales dispongan de estos medios, eliminando de ellos la presencia nefasta de los monopolios” (cit. Taufic, 1973: 215-216).

La asociación de una cultura nueva en el proyecto de construcción de un hombre nuevo es una clara inspiración de la revolución cubana, que al tratar de definir el sujeto popular se aleja de otros discursos sobre la identidad multicultural latinoamericana y la crítica a la matriz excluyente de los estados-nacionales. Así, el Programa de la UP reconoce la tarea de construir la cultura nueva como un proyecto revolucionario enfrentado al imperialismo y a su sentido mercantilista, debiendo surgir “de la lucha por la fraternidad contra el individualismo; por la valoración del trabajo humano contra su desprecio; por los valores nacionales contra la colonización cultural; por el acceso de las masas populares al arte, la literatura y los medios de comunicación contra su comercialización” (cit. Garretón et altri, 197?: 191).

Dicho proyecto se contextualiza en un proceso de cambio estructural de la sociedad, “genuinamente chileno”, que libere la “vida cultural de los factores que la distorsionan o paralizan”, evitando vicios paternalistas, o dirigistas de las élites intelectuales, convirtiendo al “desposeído” en protagonista del proceso de culturización (Garretón, ibid.)[12]. Corresponde a los intelectuales un papel orientador, vanguardista del pensamiento, “crítico permanente de un presente conflictivo; el de la conciencia vigilante de los hitos alcanzados y de las proyecciones auténticas que vayan resultando como conclusiones” (Garretón, ibid.).

Taufic contextualiza la nacionalización de los medios de comunicación con la revolución cultural, la que a su juicio “deben emprender los pueblos paralelamente a la revolución agraria, industrial, económica, política y jurídica, que abre paso al socialismo y libera a las masas del dominio –incluso ideológico- de las clases parasitarias y explotadoras (Taufic, 1973: 216).

La gestión cultural y comunicacional de la UP, más allá de la retórica discursiva y los límites del Estatuto de Garantías Constitucionales, promovió algunos cambios importantes:

Estatización de empresas culturales, como la Editorial Zig-Zag, que pasaría a llamarse Editorial Quimantú, y las instalaciones del sello discográfico RCA, dando origen a IRT. Ello viene a complementar la industria cultural estatal, teniendo en cuenta la preexistencia de Chile-Films empresa cinematográfica del estado.

Limitaciones a la auto-regulación privada del mercado cultural a través del establecimiento de precios, cuotas de dólares para la importación de tecnología o materias primas y aranceles diferenciados para proteger la industria nacional.

Nacionalización de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones, monopolio papelero que nutre a todo el sistema de prensa, estableciendo límites a las alzas de precios.

Decreto que establece un control a las tarifas de publicidad de las radios y diarios, principal instrumento de los medios de oposición para controlar el mercado de las comunicaciones.

Fortalecimiento de las organizaciones culturales populares y diversificación creativa.

Proyecto de creación de los Comités de Comunicación Popular.

Iniciativas legales para reformar la institucionalidad y las prácticas culturales, que se enfrentaron a la falta de coherencia al interior del conglomerado de partidos de gobierno y a la falta de consenso político con la DC.

El pensamiento marxista, sin embargo, resulta en muchos casos poco explícito en lo referente a las comunicaciones, por lo que resulta significativo aproximarse a dicho campo desde los planteamientos culturales, lo que nos ayuda a distinguir no sólo los énfasis partidarios, sino especialmente la dialéctica entre vanguardia y sujeto popular:

El Partido Comunista defiende la popularización de la alta cultura, entendida ésta como patrimonio universal, poniendo fin a los métodos elitistas y selectivos de distribución del capital cultural. Distingue el acto creativo individual del co-protagonismo que el artista asume con el sujeto popular en su condición de político.

El Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y algunos sectores del Partido Socialista contraponen la cultura popular a la cultura burguesa, siendo las políticas culturales las encargadas de dar vías de expresión a esa forma de contracultura. El compromiso del creador se orienta a su calidad de agente organizador y promotor de la expresión popular.

El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) junto a otros sectores socialistas más rupturistas defienden abiertamente la función de las políticas culturales en orden a construir una cultura alternativa que influyera en la toma de conciencia. Existe una total fusión entre la figura del creador y la del activista revolucionario.

Sin embargo, los énfasis partidarios dificultan una definición consensual de las políticas culturales, definición que continuará atrapada en la dicotomía entre lo culto/lo popular, la que a su vez enmascara un conflicto histórico entre lo social y lo político.

Desde el punto de vista práctico el proyecto popular se encontraba atenazado entre los acuerdos con el PDC y la campaña derechista en contra de la UP. Campaña que tenía dos frentes: el interno, que se presentaba como una cruzada en defensa de la institucionalidad democrática; y el externo, coordinado por la Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP), bajo la consigna “libertad de expresión”. De ahí nacerá la “Operación Verdad”, una estrategia de la prensa popular para mostrar la verdadera imagen del proceso, aunque “como producto de este “enfrentamiento” se generan las condiciones para un examen más a fondo de la función y contenidos de la prensa popular” (Morales, 1978: 18).

En la búsqueda de alternativas para enfrentar dichas campañas, se realiza la Primera Asamblea Nacional de Periodistas de Izquierda en abril de 1971, en cuya inauguración el Presidente Allende plantea la inexistencia de objetividad considerando que “han sido las clases minoritarias las que han detentado el poder, las que han comprado el poder, las que defienden sus granjerías y privilegios, los dueños a su vez de los medios de prensa y de información”[13]. Asimismo reitera la necesidad de un compromiso más fuerte con los trabajadores y por una nueva sociedad, dentro de los cauces legales (la “vía chilena al socialismo”) pero definiendo los caminos que hagan posible concretar las transformaciones necesarias.

El discurso de Allende plantea de esta forma alguna de las estrategias que deberían asumir los periodistas de izquierda:

Elevar la conciencia política de los sectores populares;

Intensificar la participación y movilización popular para obtener respaldo en los cambios estructurales del programa de la UP;

Posibilidad de desarrollar empresas cooperativas “de tal manera que no sólo sean los empresarios los dueños de los medios de difusión, sino todos los trabajadores que trabajan en esas empresas” (op. cit.).

La declaración final de la Asamblea enfatiza los siguientes desafíos para los periodistas de izquierda:

Mayor vinculación al proceso histórico que vive el país;

Relevancia de la lucha ideológica para enfrentar la oposición a las transformaciones;

Apoyo y defensa del Gobierno Popular; y,

Asimetría entre propiedad social de los centros económicos vitales y la concentración de la propiedad privada de los medios de comunicación.

La declaración no recoge ninguna propuesta alternativa a la propiedad de los medios, se pensaba que la fórmula de propiedad social en las comunicaciones no era una aspiración desmesurada en vista del éxito que había tenido la Editorial Quimantú (Labarca, 1971). Simplemente se planteaba como alternativa a los medios masivos la creación de una red de Centros Locales de Cultura Popular y Centros de Comunicación Popular que impulsaran la organización de las masas para ejercer su derecho a la cultura e impulsar la “Operación Verdad” dirigida a difundir las realizaciones del Gobierno Popular.

Las otras dos acciones significativas que se desarrollan para evitar el fortalecimiento de los monopolios privados en contra de los avances de la izquierda son la dictación de un decreto para controlar las tarifas de publicidad de las radios y diarios, y la estatización del monopolio de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones que suministraba el papel requerido por diarios y revistas. Ninguna otra nacionalización produjo más enfrentamiento que la de la papelera, de hecho le sirvió a la derecha para aglutinar un frente opositor al que atrajo al PDC, partido que viviría a consecuencia de esta medida un “comportamiento “dual” en la medida en que permanentemente busca desarrollar iniciativas que “institucionalicen” el conflicto y simultáneamente debe responder a la radicalización de sus bases de apoyo” (Morales, 1978:29).

Las denuncias de ilegalidad y los llamados a la desobediencia civil comienzan a preparar el clima golpista.

“El propósito de erigir al sistema informativo como pilar fundamental de la estrategia opositora de Derecha es que además de convertirse en eficaz instrumento de defensa de sus intereses económicos, cumple el importante rol de ir creando las condiciones –en el plano ideológico- de “deslegitimación” de las orientaciones socializantes y estatizantes que permitirán la reversión económica en la experiencia autoritaria posterior” (Morales, 1978:32).

El debate evidencia, además, la existencia de discrepancias al interior de la izquierda, reconociéndose la debilidad ideológica que la prensa gobiernista tendría respecto a la de oposición.

El diario comunista El Siglo hace un llamado a la coordinación de los medios de comunicación de izquierda para “desplegar una lucha ideológica compacta”. El diario Clarín plantea la necesidad de conservar su identidad e independencia para enfrentar los procesos que se viven. Televisión Nacional denuncia un “exceso de superficialidad y recurrencia constante a las fuentes tradicionales de la noticia”. Y, finalmente, hay consenso en que los diarios de izquierda igualmente están determinados por la circulación y el marco mercantil inevitable, lo que implica soluciones diferentes para cada medio (Vaccaro, 1972).

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“Quimantú” y la nueva dinámica cultural.

En lo que respecta a su gestión, el gobierno de la UP introdujo una nueva dinámica cultural basada principalmente en una serie de políticas democratizadoras. En septiembre de 1971 crea la Editorial Quimantú, al adquirir el Estado los
talleres de la Editorial Zig-Zag. En sus dos años de existencia editó más de un millón de libros, 44 obras de la literatura universal y nacional más destacada. En su colección de libros de bolsillo se imprimieron 55 títulos con un total de 3,6 millones de ejemplares, así como 20.000 volúmenes mensuales de la publicación infantil “Cuncuna”.

Igualmente se editaron revistas populares y especializadas, en las que se abordaban desde análisis sociales y educacionales, pensamiento socialista, historiografía chilena y latinoamericana, etc. Entre ellas se destacan las colecciones “Nosotros los chilenos”, “Camino Abierto”, “Cuadernos de Educación Popular” y “Contra”, un comic de contenidos críticos.

“Cuantitativamente el saldo de la gestión de Quimantú puede apreciarse en el volumen mensual de su producción, que hacia 1972 alcanzaba a los 525.000 ejemplares, cifra equivalente a la producción de 8 meses de la antigua Zig-Zag”(Catalán, 1987:46). La Editorial estatal organizó asimismo bibliotecas en sindicatos, organizaciones poblacionales, deportivas y juveniles con lo que se ampliaron significativamente los niveles de lectura y el acceso a la cultura.

La actividad expresiva del mundo popular, incentivada por la creación de brigadas artísticas en los distintos partidos políticos, desarrolló en forma significativa el muralismo, nacido inicialmente con fines propagandísticos evolucionó rápidamente como un medio de comunicación popular que ocupó los espacios públicos a lo largo de todo el país. Similares características adoptó la música folklórica, recogiendo en forma de canción protesta, contestataria o de combate las experiencias del movimiento popular y fundiéndola con la tradición folklórica chilena y latinoamericana. Las canciones de Víctor Jara o de los grupos Quilapayún e Inti-Illimani son la mejor expresión de esa época, y su proyección mundial tal vez una de las huellas más influyentes de la vía chilena al socialismo.

Los rasgos más significativos de la nueva dinámica cultural impulsada por la UP son los siguientes:

"Presencia de un nuevo nivel de conflictos sobre los contenidos de la producción cultural, entonces directamente asociado al debate político ideológico.

Incremento de la participación estatal por medios directos e indirectos en todas las áreas de la producción cultural.

Agudización de la crisis en el campo de la alta cultura y radicalización de las tendencias rupturistas.

Supremacía de la televisión en el sistema comunicativo por el aumento del parque de televisores y por la puesta en funcionamiento de la red troncal Entel [Empresa Nacional de Telecomunicaciones].

Elaboración del mensaje político de acuerdo a las formas de producción y circulación del mensaje cultural masivo" (Catalán et altri, 1987: 34-35).

En su aspecto discursivo, los enfoques culturales del período se enfrentan así a las contradicciones de interpretación y propuesta entre las diversas tendencias de los partidos de izquierda. Existe una concepción común del papel de la cultura como vehículo transmisor de la conciencia revolucionaria, orientada a la desarticulación del modelo elitista burgués y, especialmente, de la industria cultural de masas, como la más importante estructura de penetración del imperialismo cultural.

Tomás Moulian interpreta que una de las más grandes limitaciones del discurso de la UP fue justamente el desarrollo de una ilusión retórica, de una ingenuidad discursiva que se fundamentaba en una creencia mítica que avalaba la identidad excepcional de la sociedad chilena, capaz de aguantar todos los experimentos políticos y de regular sus niveles de conflictividad.

“(...) La UP operaba con una ilusión de transparencia comunicativa que formaba parte del síndrome más global del idealismo humanista (...) [revelado] en la ilusión del hablar transparente, reflejado en el anuncio, más profético que político, de la hegemonía de la clase obrera, de la dictadura del proletariado, de la expropiación de los expropiadores” (Moulian, 1997: 161).

La retórica política invadió todos los ámbitos de la vida social, el compromiso político negaba las opciones de neutralidad y la intolerancia frente al desclasamiento de aquellos jóvenes-bien que se pasaban a la izquierda, salpicaba las relaciones familiares. “Lo diabólico del marxismo era esa capacidad de llevar a alguien a actuar contra su sangre, contra los afectos atávicos constituidos en la niñez o en la juventud, contra sus intereses, a nombre de una incomprensible emancipación” (Moulian, 1997: 169).

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La crítica comunicacional del CEREN

El Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) se crea en 1968 en la Universidad Católica bajo la rectoría de Fernando Castillo Velasco, en plena coyuntura de la reforma universitaria. Se nombra como su director a Jacques Chonchol[14] quien perfila el carácter del CEREN como un centro de reflexión e investigación de ciertas áreas- problemas de la realidad social de Chile. Si bien el Centro, durante sus cinco años de existencia, se preocupó de reflexionar sobre áreas tan disímiles entre sí como medioambiente, economía, filosofía, psicología social, entre otros,
Chonchol reconoce a la “dependencia e imagen cultural de la sociedad chilena” como dos de las problemáticas rectoras del CEREN. Este énfasis permitirá el desarrollo de una línea de investigación en comunicación que se convertirá en el mayor y mejor aporte teórico de la época en el área, cuyo autor más representativo fue el belga Armand Mattelart.

Por otra parte, Chonchol resalta el papel del CEREN al interior de la universidad señalando cuál ha de ser la función de ésta a partir de la reforma y criticando abiertamente el empirismo norteamericano.

Si no quiere reducirse (la universidad) a una operación de modernización o remozamiento de estructuras administrativas y si, en cambio, apunta a hacer de la universidad un centro de la conciencia crítica de la nación, la reforma debe cuestionar el contenido de sus métodos pedagógicos y de investigación. (...) el empirismo –promoviendo su visión estrecha de “académico”- nos ha acostumbrado a una definición de lo “científico” que con demasiada frecuencia remata en una aseptización del mundo universitario frente a la realidad efectivamente dada con sus estructuras sociales inscritas en lo concreto del tiempo y del espacio (Chonchol, 1970: 4)

Estas precisiones las formula Chonchol en el prefacio de uno de los libros del CEREN que contienen dos investigaciones de Mabel Piccini, Armand y Michele Mattelart sobre la prensa liberal, las revistas de ídolos y la prensa seudo-amorosa. Posteriormente otras dos publicaciones del CEREN recogen otras investigaciones de los mismos autores.

Si bien desde el CEREN se realiza una directa y respaldada denuncia sobre el uso ideológico de los medios de comunicación de la derecha durante el gobierno de la UP, resulta más útil para esta ponencia detenerse en la crítica que se formula a la prensa marxista desde diversos sectores de las fuerzas de cambio. Mattelart recoge algunas de esas críticas, que distinguen situaciones no resueltas en el plano comunicacional y que no permiten disponer de una estrategia para enfrentar eficazmente la tarea de la lucha en el frente ideológico.

“(...) se le acusa a un sector de la prensa de izquierdas de emplear un lenguaje que es una mera reproducción del esquema de la prensa burguesa y no se preocupa de entregar la noticia en los términos más propicios para respaldar un proceso de toma de conciencia. El provincianismo en el manejo de la información y la consecuente negación del internacionalismo proletario, la chatura de la diagramación de los diarios, de las revistas, la poca habilidad y la escasa imaginación que reflejan los programas de televisión, la incapacidad de capturar una realidad cotidiana, la dificultad de escapar a los criterios sensacionalistas para elegir una portada, la ausencia de análisis político, la dificultad de determinar una línea propia, la dificultad, también, de ser consecuente con ella en los mínimos detalles, el desaprovechamiento de las coyunturas, la recepción caótica de material informativo, la plétora de órganos de izquierda y la competencia entre ellos, la saturación de panfletos (...)” (Mattelart, 1981: 254-255)

En el ámbito de la gestión del gobierno de la UP, el autor acusa la falta de planificación y de coordinación de la propia producción, especialmente en el caso de los tres instrumentos de comunicación masiva más importantes para Allende: TVN, Quimantú y Chile Films.

“Disponer de medios es importante pero su dinámica revolucionaria puede ser fecunda sólo cuando hay un proceso de movilización masiva que acompañar.(...) Planificar la acción comunicativa es entregar al público la posibilidad de un plan de significados de los fenómenos y hechos más triviales en función de esta lucha de clases” (Mattelart, 1983: 256)

Mattelart afirma que los ideólogos del gobierno no han sabido vislumbrar el papel que ocupa la comunicación de masas en la lucha de clases y, específicamente, en la toma de conciencia y posterior movilización. Además, acusa el miedo a la movilización de las masas como resultado de la pugna interna entre las fuerzas de la Unidad Popular.

“En vez de ser órganos de la movilización de las masas organizadas se tornaron en vectores de la tranquilización de las capas medias” (Mattelart, 1983:16).

También el autor resalta la dinámica social que está tomando el proceso revolucionario y la ceguera en que se encuentra la prensa de izquierda. Señala que ésta no se muestra dispuesta a dejar su típico papel de “emisora”, tal como ha conceptualizado la comunicación los medios burgueses, para que las propias clases populares, de una vez por todas, dejen de ser solamente receptoras. Porque o si no ¿de quién es el gobierno?

Pero la prensa de izquierda no acusa recibo y el pueblo organizado supera su propia realidad llenando el vacío dejado
por los medios a través de sus propias prácticas al interior de sus organizaciones.

“Esta respuesta es la que dan las masa a través de su práctica diaria, tanto en sus periódicos de fábrica y en todos los actos donde tratan de trasmitir y expresar su experiencia social para acumular conciencia, como en su organización en contra de los especuladores (Juntas de Abastecimientos y Precios), de los paros patronales (Cordones Industriales), de los sabotajes económicos (Comités de Vigilancia y Producción). (...) Embriones de poder popular: creación de células informativas, formación de corresponsales campesinos y obreros (Mattelart, 1983: 16).

Mattelart critica la supremacía del pensamiento estructuralista que da forma a las políticas de comunicación del gobierno y que sitúa en un segundo plano al sujeto popular.

“Tronchar y postergar la cuestión de la lucha ideológica en nombre de la prioridad de la construcción del poder material, significa poner en un segundo plano el papel de las masas organizadas en la consolidación del poder desde su práctica diaria de la lucha de clases. Implica negarles un papel de determinante consciente de una nueva sociedad y limitar su participación en la transformación revolucionaria a la de un actor pasivo y “movilizado” a partir de las consignas de la coyuntura dictadas desde arriba. (Mattelart, 1983:13)

El trabajo que desarrollan los investigadores pertenecientes al CEREN se corta bruscamente con el Golpe de Estado encabezado por Pinochet. Armand Mattelart es obligado a salir del país, iniciándose la diáspora del pensamiento comunicacional chileno, que incluye la clausura de diversas Escuelas de Periodismo y que afectará decisivamente en la discontinuidad de una reflexión fecunda como legado a las generaciones actuales de comunicólogos.

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Fuentes Bibliograficas

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-BRUNNER, José Joaquín [et altri] (1993). Paradigmas de conocimiento y práctica social en Chile. Santiago: FLACSO.

-CHONCHOL, Jacques (1970) “Prefacio”. En: CEREN. Cuadernos de la Realidad Nacional, nº3, marzo de 1970.

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-CATALAN, Carlos y MUNIZAGA, Giselle (1986). “Políticas culturales estatales”. Santiago: CENECA.

-FREIRE, Paulo y BETTO, Frei (1986) Essa Escola chamada Vida.. Sao Paulo: Ed. Atica, 3ª edic.

-FREIRE, Paulo y GUIMARAES, Sergio (1987). Aprendendo com a própia história. Río de Janeiro: Paz e Terra.

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-GARRETON, Manuel [et altri] (197?). Cultura y comunicaciones de masas.Barcelona: Laia.

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-GRAYSON, George (1968). El Partido Demócrata Cristiano Chileno. Buenos Aires-Santiago: Ed. Francisco de Aguirre.

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-LABARCA, Eduardo (1971) “Los medios de comunicación de masas en la actual etapa revolucionaria”. Santiago:
Revista Principios nº 139, junio 1971.

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-MATTELART, Armand (1983) La comunicación masiva en el proceso de liberación. Santiago: Siglo Veintiuno Editores, 8ª edic.

-MORALES, Eduardo (1978). “Proceso de democratización y medios informativos: el caso de los sectores populares”. Santiago: FLACSO, Documento de Trabajo nº 73-78.

-MOULIAN, Tomás (1997). Chile actual. Anatomía de un mito. Santiago: Lom-Arcis.

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Fuentes Personales

-Tomás Moulian, Sociólogo.

-Fernando Ossandón, Sociólogo ex director de la ONG Educación y Comunicaciones (ECO).

-Enrique Correa, ex Ministro Secretario General de Gobierno del Presidente Patricio Aylwin.

-Mª Elena Hermosilla, Periodista, ex Directora de CENECA.

-Jaime Gazmuri, Senador del Partido Socialista, ex funcionario de INDAP y ex Secretario General del MAPU.

-Jacques Chonchol, ex Director de INDAP, de CEREN y ex Ministro de Agricultura de Allende.

-Sergio Vuskovic, Profesor de Filosofía, Director del Centro de Estudios del Pensamiento Latimnoamericano (CEPLA) de la Universidad de Playa Ancha y ex dirigente del Partido Comunista.



Notas

[1] El Partido Demócrata Cristiano se organiza en 1957, integrado por la Falange Nacional y sectores del Partido Conservador. En el 60 un amplio sector del Partido Popular Nacional se incopora también al partido.

[2] Ver, p.ej.: DESAL (1969). Marginalidad en América Latina. Un ensayo diagnóstico.; y, DESAL (1970) Marginalidad
y desarrollo.
Santiago: Centro para el Desarrollo Económico y Social de América Latina.

[3] Fue Secretario Ejecutivo de la CEPAL entre 1950 y 1963, tal vez el más influyente impulsor del pensamiento económico latinoamericano sobre la relación desarrollo/subdesarrollo.

[4] El Obispo Manuel Larraín, uno de los pocos consultores latinoamericanos del Concilio Vaticano II, constituye, junto con Silva Henríquez, una de las figuras clave en el impulso de ese progresismo moderado y en la propia transformación de la institucionalidad eclesiástica chilena. Asumió decididamente la Reforma Agraria de Frei entregando tierras de la diócesis de Talca a los campesinos para crear cooperativas campesinas.

[5] Citado en: Taufic, 1976: 123.

[6] El MAPU nace en 1969 bajo el liderazgo de Rodrigo Ambrosio y de otros destacados militantes de las JDC.

[7] La IC se forma en 1970 con militantes escindidos del PDC y del MAPU, definiéndose como un partido de socialistas cristianos.

[8] Firmado por los sacerdotes Gonzalo Arroyo, Alfonso Baeza, Martín Gárate, Esteban Gumucio, Juan Martín, Santiago Thijssen, Sergio Torres (Talca), Ignacio Pujadas (Valparaíso), Pierre Dubois (Coronel).

[9] En Chile publicó en 1973: Esbozo histórico del movimiento campesino chileno. Santiago: ICIRA.

[10] Entrevista personal en Santiago, marzo de 2001.

[11] Radio Corporación del Partido Socialista, Radio Magallanes perteneciente al Partido Comunista y Radio Candelaria de propiedad del MAPU. Diarios: Clarín, El Siglo, Puro Chile, La Nación y Ultima Hora.

[12] Cif. en: S.A. (1970). “Por la creación de una cultura nacional y popular”. En: Revista Cormorán, octubre 1970.

[13] “Discurso de S. Allende a la Primera Asamblea de Periodistas de Izquierda”. Diario La Nación, 10 de abril de 1971.

[14] Jacques Chonchol, militante de la DC, luego del MAPU y posteriormente de la IC, actualmente es miembro del PS. Fue el principal referente intelectual del proceso de Reforma Agraria. Además, ex Director de INDAP, y ex Ministro de Agricultura de Allende.