Multiversidad

miércoles, julio 06, 2011

Biopolítica, migraciones y pensamiento alterizado. Dispositivos mediáticos para el control de ima(r)ginarios

Felip Gascón i Martín

Introducción

Pensar en los efectos de la biopolítica sobre las representaciones de la otredad en Chile, en el contexto de la actual antropología de la movilidad (Augé, 2008) como animadora de procesos de migración endógena y exógena a escala global, implica partir por una deconstrucción del pensamiento canónico, de sistema o continental, eje axial de los discursos mediáticos, para abrir paso a un pensamiento heterogéneo, descentrado, archipiélago (Glissant, 2002) e indisciplinado (Browne & Silva, 2008), desde el que podamos cuestionar el tratamiento que los medios y las políticas de comunicación que los ordenan dan a las relaciones interculturales. Y, particularmente, a los significados bio-crono-topo-lógicos que se le ha otorgado históricamente a la convivencia entre comunidades de sentido diversas.

Enfocarnos hacia la apertura de una comprensión compleja sobre las mediaciones sociales, nos exige en primer lugar una reorientación epistémica de las comunicaciones que, en nuestro caso, hemos definido desde la fundamentación de una ecología política de las comunicaciones, que pone su acento en la comprensión de las transformaciones de las relaciones sociales, desde la urdimbre de redes materiales y simbólicas mediante las cuales se han legitimado y determinado históricamente las formas de sincronización espacio-temporal entre los proyectos de vida personales y la transmisión de la memoria colectiva (Gascón: 2003), reconociendo las tensiones producto de una construcción, diseminación y apropiación desigual de dicha memoria. Es en este contexto donde se enmarcan los conflictos por el cambio de la apropiación de patrimonios, alianzas, saberes y poderes, fruto de las estrategias de valoración/conservación/olvido de los imaginarios sociales, cuya consecuencia mediata se traduce en la reducción del espesor mnemotécnico de las interacciones personales y de la vida cotidiana. A mi juicio, los estratos arqueológicos de la EPC están sedimentados en las genealogías biográficas personales, familiares y grupales desplazadas de aquella historia estructurada como matriz crono-topo-lógica de disciplinamiento del cuerpo social y, por extensión, de lo humano.

Bajo esas hipótesis nos hemos inspirado en una epistemología biocognitiva (García Gutiérrez, 2002) transdisciplinaria para desbordar las fronteras territoriales de esos mapas históricos de la movilidad e indagar, desde otras lecturas polisémicas, los rastros e inscripciones indisciplinados de la comunicación humana, contaminándonos de otros desplazamientos que se vienen produciendo en el caos del entre y el afuera (Browne & Silva 2008). Una epistemología suscitada por la crítica al pensamiento lineal de la modernidad, en que las perspectivas ecológicas y holísticas (Bateson, 1973) han vuelto porosas las otrora rígidas fronteras de la geografía, el urbanismo, la arquitectura, la música, la antropología, la poética, la documentación, la educación, etc. hasta alcanzar los deslindes de la socio-biología, la socio-cognición… trasuntando a la comunicación el espesor de la memoria sobre la que se extiende el conocimiento del cuerpo social, más allá de las fronteras conocidas sobre las que la biopolítica ha tratado de excluir el caos, la barbarie, el ruido, la heterotopía… ocultando a su narrador, el cientista social.

Así, desde una poética de la diversidad, las nuevas fronteras de las comunicaciones no deberían estar marcadas por límites de separación y exclusión de la otredad, sino por los su topología de encrucijada, red de interacciones y encuentros con las subjetividades donde se construyen mundos posibles en los que convivir, estableciendo pasajes y conexiones que contribuyan a articular relatos inter y transdisciplinarios, cada vez más cercanos a la complejidad de la experiencia cotidiana y al protagonismo interpretativo que les cabe a mujeres y hombres de distintas condiciones sociales, procedencias y creencias en la construcción de la memoria histórica. Por ello, apelamos a una etimología crítica para recordar que la exclusión es un ejercicio de relegación, de exilio, provocado por el pensamiento exclusivo, para expulsar fuera de las fronteras blindadas de nuestro territorio lo indeseable, lo subversivo, lo mestizo, la otredad, mediante una exclusa más poderosa que el orden de las excusas, pretextos o clausuras discursivas que ejercitan el disciplinamiento mediante la canonización de ciertas reservas de sentido; porque si bien se evoca la validez del principio bioético “nada de lo humano me es ajeno”[1], cuando lo humano es apropiado por un sentido exclusivo, las diferencias terminan por agregarse al patrimonio de la enajenación y el olvido, mediante estrategias reproductivas que afirman la negación de su exclusión, invisibilizándola.

Es por ello que nos hemos preocupado de los procesos de migración, entendida conceptualmente desde una episteme del desplazamiento, del cruce y del pensamiento fronterizo y sincrético, del nomadismo, del exilio y del inxilio, de la itinerancia, de la mutabilidad propia de las relaciones interculturales, que se enfrentan como crítica a lo estable, a la identidad esencialista, a lo canónico del pensamiento único y hegemónico, dando cabida al descentramiento y la desconcentración del poder, o mejor dicho del bio-poder, considerando las oportunidades de politización y empoderamiento ciudadano desde una re-localización que reivindica pensar en lo local para actuar en lo global. Inspirándonos en las perspectivas de Édouard Glissant, tratamos de descentrar nuestra atención desde los desplazamientos discursivos “para cambiar el mundo” desde arriba hacia las prácticas concretas que desde abajo “cambian de mundo”, y en particular respecto del dominio de una cosmovisión centrada, etnocéntrica y excluyente.

¿Pensamiento alterado o alterizado?

La literatura clásica canoniza, entre las funciones sociales de la comunicación periodística, la reducción de incertidumbres y de la complejidad en las informaciones e interpretaciones que los profesionales del área elaboran sobre las transformaciones sociales, y particularmente en sus proyecciones hacia el pasado y el futuro. ¿Será objeto de esas aproximaciones la defensa del status-quo para no alterar la conciencia histórica sobre la definición del nos-otros? Es decir, la producción de estrategias discursivas para afirmar-negando las estructuras formales de expansión del dominio/sumisión de las relaciones entre culturas.

Se impone que la cultura occidental ha temido siempre al caos, la incertidumbre, lo imprevisible e impredecible, es por ello que el racionalismo persiguió durante su hegemonía científica las leyes del orden, la clasificación; de lo constante, de la igualdad, de la simplicidad… Desde sus cánones binarios, la modernidad expandió su hegemonía implantando su cosmovisión androcéntrica, a través de macro-relatos universalistas, que no sólo sacralizaron la valoración superior del hombre adulto occidental como agente civilizatorio, imponiendo un orden jerárquico etno-logo-público-céntrico (Moreno Sardà, 1988), sino también mitificando su desprecio por las diferencias mediante “ritos sacrificiales necesarios” para el progreso civilizatorio. Como consecuencia de esa cosmovisión se modelaron las valoraciones y jerarquizaciones del ser-pensar-sentir-hacer, que aún hoy ordenan las sujeciones al cuerpo biológico y social.

Es desde esta perspectiva de larga duración histórica del pensamiento colonial que nos planteamos la necesidad de un análisis dialógico crítico sobre los actuales procesos de migración, teniendo presente las relaciones discursivas explícitas e implícitas en torno a los pares dicotomizados identidad/alteridad, igualdad/diferencia, relaciones inscritas por lo demás en las dinámicas contradictorias de una teoría/praxis restringida por las fronteras del control disciplinario, evitando caer presos de ciertas ritualidades con que se clausura la memoria, en las fronteras del olvido, o en una museificación memorial del pasado-presente. Cómo revalorar la diversidad en países donde la diferencia fue castigada por las dictaduras con métodos medievales propios de la Inquisición: persecución, encarcelamiento, inxilio, exilio, tortura, ejecución y desaparición forzada. En el caso de Chile, la violencia física y simbólica se transformó en la posdictadura en un continuum en el que el miedo al otro aparece como uno de los rasgos más espurios para redefinir la identidad y desclasificar la memoria colectica fracturada:

La razón de fondo del miedo al otro parece radicar en las grandes y aceleradas transformaciones que vive la sociedad chilena. Ellas tienen su expresión más notoria en el deterioro de las pautas básicas de sociabilidad. El vecino, el prójimo, aparecen como personas ajenas con las cuales se comparte poco o nada (...) Parecería no existir un "nosotros" capaz de hacerse cargo de la vida en sociedad. (PNUD, 1998: 132-133)

Norbert Lechner (1998) abundando en lo anterior agrega que ese miedo al otro, como potencial agresor se suma “…al miedo a la exclusión económica y social; el miedo al sinsentido a raíz de una situación social que parece estar fuera de control”.

Ello implica recordar que en Latinoamérica, los actuales procesos de movilidad y deslocalización son producto de una dislocación política y social, que produce una equívoca búsqueda del otro desde un nosotros fracturado: inmolado, desaparecido, torturado, encarcelado, esclavizado, desnacionalizado, estigmatizado, subyugado, ausente del pasado-presente y, definitivamente, desempoderado históricamente. Por ello la comunicación periodística a menudo ha sido obligada a amurallarse en pos de una defensa a ultranza de la verdad objetiva y singular, desde la unicidad excluyente de su economía política de la información, una biopolítica despojada de cualquier función poética e, ineludiblemente también, de su reflexividad ética.

… una intención poética puede permitirse concebir el hecho de que en mi relación con el otro, con los otros, con todos los demás, con la totalidad-mundo, cambio intercambiándome, perseverando en mí mismo, sin renegar de mí, sin disolverme, y sólo una poética daría cabida a todas esas imposibilidades. (Glissant, 2002: p. 102)

Sin embargo, los tratamientos reductivos de la agenda mass-mediática tienden a simplificar y conflictualizar los procesos transculturales, de relación, con-fusión, alterización y de una construcción de sentido desde la diversidad, mediante dispositivos discursivos estratégicos e instrumentales que pugnan por legitimar la cosmovisión occidental y sus metarrelatos sobre la globalización tecnolátrica.

En el mundo ‘sobremoderno’, en el que la velocidad del conocimiento, las tecnologías y el mercado se ha triplicado, cada día es mayor la distancia que separa la representación de una globalidad sin fronteras –que permitiría que los bienes, [las personas], las imágenes y los mensajes circulasen sin ningún tipo de limitación- de la realidad del planeta, que se encuentra fragmentado, sometido a distintas divisiones, las cuales, si bien la ideología del sistema se esfuerza en negar, constituyen el centro del mismo. (Augé, 2008: p. 20)

La narración de la otredad desde el centro del macrocosmos de la mismidad mediatizada nos relata parte esencial de las contradicciones del mestizaje cultural chileno, poniendo en evidencia una parte esencial de sus conflictos, de una confusa y a veces inexistente conciencia intercultural, desde donde se hace necesario al menos pensar en el rastro del rizoma:

“Se atropellan en nosotros las huellas de nuestras confusas historias; y no para inmediatamente troquelar un modelo de humanidad que opondríamos, muy definidamente, a otros tantos patrones que tratan de imponernos. He aquí un troquel que no es ni fuga ni repetición, sino el nuevo arte de la soltura del mundo (…) Cada relato traza sinuosamente su particular rastro, de afluentes a ríos, creando un vínculo (…) El pensamiento del rastro anuncia una alianza ajena a los sistemas, rehúsa la posesión, se dirige a estos tiempos fracturados que las humanidades del presente multiplican entre sí, mediante colisiones y maravillas.” (Glissant, 2002: 70-71)

Para los comunicadores, la escritura sobre la realidad debería ser un tejido heteronómico y heterotópico, abierto al palimsesto de relatos cruzados, de relatos en interacción de subjetividades, una polifonía de voces.

El desconocimiento de la otredad en los medios de comunicación masivos parte desde un desapego afectivo, propio del discurso simbólico-dramático, más que racional. Distanciamiento opositor entre un nosotros y un ellos, cuya existencia se representa desde un no-lugar, desde un habitar en los márgenes, nómade y sin punto fijo, clandestino en última instancia. Así las condiciones marginales de su habitar son construidas y expresadas desde un ima(r)ginario que responde a los valores informativos dominantes, que los invisibiliza y neutraliza en su rol como agentes activos en la producción de discurso: una humanidad descarnada, desafecta, un fantasma sin cuerpo, sin voz, de básicas emociones. De esta forma, la producción discursiva alimenta la multiplicación de representaciones como minorías problemáticas, desviadas o delincuentes, confirmando los estereotipos y prejuicios étnicos preexistentes en la sociedad (van Dijk, 1997: p. 176).

Análisis crítico del discurso sobre la otredad

Algunos de los análisis críticos del discurso sobre las migraciones en la prensa nacional, que hemos desarrollado junto a los estudiantes de periodismo y en nuestra propia indagación, nos develan que la construcción del nosotros, la mismidad, se enuncia desde sus pretextos situacionales reconociendo una agregación de la prensa al grupo hegemónico, identificándose como los legítimos gestores de políticas de la memoria oficial y del patrimonio que parece atesorar en sus páginas “la verdad histórica”, en tanto que detentores de los medios de producción de sentido y reproducción discursiva. Los dispositivos que legitiman ese estatus son la imposición de una “pauta editorial” de referencia dominante, el monopolio de ciertas “fuentes de información”, los rituales de verosimilitud y la retórica discursiva en torno a la “objetividad informativa”, la que parece derivarse de la institucionalización subsidiaria de los denominados frentes informativos. Otros de los dispositivos de control a los posibles desbordes profesionales hacia una inclusión comprensiva y equitativa de la alteridad se vinculan con la valoración de “opiniones expertas” y su jerarquización en un orden que les otorga superioridad interpretativa en la reflexión argumentativa de los procesos y relaciones interculturales, reconociéndose como valor agregado el liderazgo que los expertos aportan en la generación de “opinión pública”, de ponderación disciplinada, al representar una efectividad simbólica en el ejercicio de la “responsabilidad social”, “la estabilidad” y la transmisión de “conductas civilizadas”. Los medios estudiados apelan desde su mediación discursiva a unas relaciones con la otredad en las que destacan la “hospitalidad” y “apertura”, tanto de quienes lideran las políticas de integración, como de la sociedad chilena en general, enfrentándose a una paradojal respuesta de “agresiones”, “rechazos”, “confusiones”, “desvinculaciones” de los colectivos migrantes respecto de la sociedad que pretende acogerlos en su seno.

En el mismo nivel de análisis de los pretextos situacionales, la otredad, o construcción discursiva del ellos diferentes al nosotros, se representa desde su posición “descentrada”, “lejana”, “periférica”, “atrasada” y “conflictiva”. Las particularidades administrativas de su condición de “ilegales”, a menudo refuerzan el discurso estigmatizador, que se despliega desde dispositivos más bien paternalistas de minorización, como son la apelación al “desamparo”, “vulneración”, “incomprensión”, “discriminación” y “victimización”. La dramatización se impone como recurso escénico para describir las condiciones de vida del migrante desde un ellos que se enuncia y representa como desvinculado: “falta de oportunidades”, “inseguridad”, “sacrificio”, “incomprensión”, las dificultades de “subsistencia”. Las relaciones que establecen los residentes de comunidades migrantes con la mismidad se entienden, por ello, inscritas en un contexto predeterminado por sus propias “incapacidades” y “déficits”, frente a un “mercado [objetivo] de oportunidades”, “altamente competitivo”, donde la “indiferencia”, el “desprecio” y un cierto tono lastimero se convierten en la principal estrategia de “negación”, “exclusión” e invisibilidad de la corporalidad, racionalidad y emocionalidad de quienes debieran ser sujetos activos de un diálogo inexistente.

Las macro-estructuras temáticas que se construyen desde la mismidad discursiva insisten sobre la densidad histórica de la “institucionalidad”, su legitimidad objetivada y personalizada en su “figuración pública”, desde donde se encarna el poder que, investido de autoridad oficia rituales “normativos”, de conservación del orden y el control. Su relación positiva y voluntariosa con la otredad se traduce en relevar el estatus de “nacionalización” como meta en el reconocimiento de sus derechos ciudadanos, beneficiando exclusivamente a aquellas personas que se someten al orden legal, integrándolas a las promesas de “modernidad” y apertura a “mayores oportunidades”. En forma paralela, las macro-estructuras temáticas evocan un proceso de “aceptación” y apertura creciente a “objetos”, “situaciones” y “símbolos” propios de las diferencias, de los que cabría inferir su inclusión social. Por el contrario, las relaciones negativas ponen el acento en situaciones de “alarma social”, apelando a la “defensa del orden” y el status-quo.

Las estructuras temáticas asociadas al discurso mediático sobre la otredad, en cambio, extrañamente presentan representaciones positivas, puesto que están asociadas a la “inestabilidad” y al cuestionamiento del orden legalmente instituido. Las calificaciones “conflictivas”, siempre referidas a conductas personales que son fácilmente generalizables a las conductas propias de los inmigrantes de países vecinos, sobre los que recaen implícitamente estigmatizaciones históricas, destacan en las crónicas de sucesos (delitos, violencia, beligerancia, ofensas, insultos…), como asimismo en contextos que serían más propios de la vida social y cultural, pero que en estos casos son representados como “atentados a la moral”, propios de costumbres “exóticas”, “rarezas”, “situaciones insólitas” y las “decepciones” propias de quienes ven frustradas sus expectativas de una mejor calidad de vida.

La dimensión actancial de la mismidad, es decir su performatividad en cuanto agente de las relaciones con la otredad, se reafirma en su rol “protagónico”, “activo”, “positivo”, “propositivo”, de gran visibilidad y figuración pública. Su hegemonía se asocia al “conocimiento!, al saber-poder y a una subjetividad ciertamente limitada al principio de adhesión al desigual orden implícito en la dicotomía identidad/alteridad, aunque legitimada en cuanto a una presunta “neutralidad” frente a los conflictos propios de la relación intercultural. Al respecto de esa relación, el discurso destaca la afirmación de “experiencias” y proyectos vitales relevantes de personas migrantes, cual si se tratara de vidas ejemplares en el continuum histórico, y que son calificadas como “sustentables”, al generar “estabilidad”, “progreso”, “realización” y culminar con el ansiado “éxito”.

Finalmente, la dimensión actancial de la otredad es valorada, por el contrario, en forma mayoritariamente negativa, al definirse desde una posición de antagonismo, propio de las personas “extranjeras” y “distintas”, que, a diferencia del nosotros, muestran “desconocimiento” e “incultura”, actuando como subalternos, bien sea en su condición de “discriminados” o “escondidos” por su situación de ilegalidad, justificando desde esas posiciones la “debilidad” de su propia capacidad de acción. Se reafirma, de esta forma, una actoría pasiva, negativa y rupturista, que sería consecuencia de los círculos de pobreza, a los que se asocian calificativos como “precariedad”, “sacrificio”, “fracaso” y “miseria”, desde donde cabe inferir la subjetividad “excluida”, “sospechosa”, “marginal”, la “imprecisión” del rumbo de sus acciones y, finalmente, la estrategia discursiva de generalización de problemas a partir de aspectos y conductas particulares.

Con todo, las representaciones discursivas de la otredad en su dimensión actancial, se dirigen a fragmentar la experiencia de los proyectos vitales de los inmigrantes, los que son calificados como proyectos “fracturados”, “inestables” y “discontinuos”, siendo frecuentes las evocaciones al “nomadismo”, al “subdesarrollo” y a las dificultades de “adaptación” a las exigencias de la modernidad de la sociedad chilena, desde la que el nosotros pareciera medir el grado de reconocimiento de los derechos de las diferencias. De esta forma, a través de las inferencias propositivas que moldea desde sus enunciados discursivos, la mismidad trata de controlar y se defiende del miedo a los otros: adaptarse o sucumbir ante el fracaso de su integración/disolución.

Referencias bibliográficas.-

Bateson, Gregory (1973). Pasos hacia una Ecología de la Mente. Londres: Paladin.

Browne, Rodrigo y Silva, Víctor (2008). Antropofagias. Las indisciplinas de la comunicación. Madrid, Biblioteca Nueva.

García Canclini, Néstor (1999). La globalización imaginada. Barcelona: Paidós.

García Gutiérrez, Antonio (2002). La memoria subrogada. Granada, Ed. Universidad de Granada.

Gascón, Felip (2003). Transformaciones Sociales, Redes y Políticas de Comunicación en Chile (1967-2001). Elementos para una ecología política de las comunicaciones. Bellaterra: Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona. Disponible en: http://www.tdx.cesca.es/TESIS_UAB/AVAILABLE/TDX-1021103-180721/fgm1de8.PDF

Glissant, Édouard (2002). Introducción a una poética de lo diverso. Barcelona: Ediciones del Bronce, Planeta.

Lechner, Norbert (1998). Nuestros miedos. Conferencia Inaugural en la Asamblea General de FLACSO, México. En: Perfiles Latinoamericanos nº 13, FLACSO-México, diciembre 1998.

Moreno Sardà, Amparo (1988). La otra política de Aristóteles. Cultura de masas y divulgación del arquetipo viril. Barcelona: Icaria.

PNUD (1998). El miedo al “otro”: la seguridad ciudadana. En: Informe sobre el Desarrollo Humano en Chile, cap. 5. Santiago: Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

Sierra, Francisco (2003). Comunicación y migración. Matrices y lógicas para pensar el cambio social. En: Contretas, R.; González, R.; Sierra, F. Comunicación, cultura y migración. Sevilla, Dirección General de Coordinación de Políticas Migratorias, Consejería de Gobernación de la Junta de Andalucía.

Van Dijk, Teun A. (1997). Racismo y análisis crítico de los medios. Barcelona: Paidós.



[1] La frase se adjudica a Publio Terencio, comediógrafo y poeta latino de origen libio, quien escribió en el siglo II a.C. un principio bioético: “homo sum, humani nihil a me alienum puto”, “hombre soy, considero que nada de lo humano me es ajeno”.

¿POLÍTICAS DE LA MEMORIA O SEMIÓTICAS DEL OLVIDO? IMA(R)GINARIOS SOBRE COMUNICACIÓN Y CAMBIO SOCIAL [i]





Felip Gascón i Martín[1]

Introducción




Imaginar el lugar que han ocupado las políticas de la memoria en la reactivación de los actuales proyectos de cambio social por los que atraviesa América Latina, tras décadas de una insostenible transición hacia la democracia, particularmente incompleta en el caso de Chile, es reactualizar un ethos de clausura que pesa sobre los ensayos político-sociales, impulsado por las políticas del olvido, junto a la instalación de la racionalidad instrumental neoliberal.

Desaparición que afecta particularmente al desarrollo del conocimiento y a la reflexión crítica desde el mundo de las humanidades y las ciencias sociales, cuyo estatus aparece a menudo cuestionado por el modelo políticamente correcto y consensual de la modernidad globalizante, instalando nuevas lógicas de fragmentación y exclusión que afectan directamente a lo social y al pensamiento sobre el cambio social.

En ese contexto, trataré de reflexionar sobre el significado de ese pensamiento en transición como pre-texto de una historia de la comunicación todavía en construcción, que trata de ampliar los horizontes con que tanto tecnólatras como tecnofóbicos continúan reduciendo los estudios desde perspectivas mediacéntricas, funcionales a las políticas de mercado y de expansión del consumo de productos comunicacionales, al margen de los desequilibrios existentes en los procesos de mediación e interacción social.

No quiero perder de vista las estrategias de construcción de sentido como lógica de producción de los relatos mediáticos, materia viva de la historia, y que ha sido particularmente influyente desde el nacimiento mismo de la comunicación de masas como maquinaria de re-producción y transmisión de la memoria colectiva durante la Modernidad. Pero trato de entender críticamente ese ejercicio de poder discursivo que tiende a ordenar, controlar y sujetar al cuerpo social, como una de las múltiples claves de la construcción histórica del presente. Una historia que reclama a todas luces nuevas perspectivas en el contexto de las transformaciones operadas en esta sociedad red, desde una cultura analógica a la digital, cuyos rasgos más prominentes son su carácter multimedia, descentrado, mestizo, plural e interactivo; rasgos de un pensamiento archipiélago, diría el poeta y filósofo antillano Edouard Glissant (2002), que se condicen con nuevos entornos y narrativas, que en mi quehacer investigativo he definido como una ecología política de las comunicaciones, poniendo el acento en las memorias de la exclusión y la migración.

I. Transición del conocimiento y memorias fragmentadas.

Entendamos la transición, en primera instancia, como una crisis que afecta particularmente a nuestras concepciones bio-crono-topo-lógicas, es decir a una crisis en las representaciones sobre lo humano y su relación con perspectivas holísticas; las inflexiones sobre las dimensiones de lo espacio-temporal, considerando la crítica hacia la hegemónica periodización histórica occidental; el descentramiento de los referentes espaciales determinados por una cosmovisión androcéntrica y colonial sobre la valoración del saber académico; los procesos tecnológicos de aceleración del tiempo y estrechamiento del espacio vitual, que afectan directamente a las nociones de realidad; y, las escisiones frente al pensamiento lineal, racionalista, binario, canónico y publicocéntrico.

Y es que, como dice mi maestra y amiga Amparo Moreno Sardà, Catedrática de Historia de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, “las palabras conservan la memoria de los fines para los que fue ordenado el ecosistema tal como fue ordenado: el quién y el qué no debe/debe hacerse dónde y cuándo, que constituye la matriz espacio-temporal a partir de la que se genera el sistema argumental que nos recuerda por qué y para qué... hemos de adecuar lo que sentimos... según lo que debe ser.” (Moreno Sardà, 1991)

Para introducirnos en esta reflexión haré servir una serie de diagramas y mapas conceptuales que utilizo como una forma hipertextual de mapear algunos de nuestros criterios de investigación.

El diagrama nº 1 sintetiza los criterios de investigación-acción con que he definido la Ecología Política de las Comunicaciones, partiendo de la sincronía de tiempos múltiples en que se desatan los procesos de conflicto y negociación intergeneracional sobre los cambios y permanencias que se producen en las estructuras, coyunturas y prácticas sociales. A partir de ello hemos relacionado los esquemas de construcción y transmisión de la memoria colectiva, contextualizándolos en el diálogo polifónico que mantienen las personas en su vida cotidiana, mujeres y hombres de diversas condiciones sociales, culturas, territorios, creencias, orientaciones sexuales, etc., como sujetos activos y protagonistas de la historia, su historia; un diálogo entre las memorias de sus familias, interacciones, las memorias sociales y las propias experiencias sobre las que construyen su proyecto de vida. En este sentido, la subjetivación del tiempo implica para las personas una negociación entre la memoria histórica, el tiempo biológico de existencia o cronología vital y el itinerario biográfico.

De acuerdo a esa perspectiva hemos diferenciado tres dimensiones temporales, basándonos en Bourdieu (1988), que afectan a los esquemas de conformación y transmisión de las memorias de reproducción/cambio social:

a) La estructura de larga duración como matriz de transmisión de la memoria histórica colectiva: el análisis de este nivel correlaciona la estructura social, sus matrices de pensamiento y las relaciones que definen los intercambios materiales y simbólicos, a través de los cuales se transmite la memoria colectiva; sus formas de institucionalización jerárquica y no institucionalizadas (excluidas, marginalizadas, alternativas), las relaciones entre identidad/alteridad, los esquemas de construcción de sentido en torno a la ciudadanía, la articulación de redes socio-comunicacionales y los sistemas y políticas de comunicación implícitas. Desde este nivel de análisis nos preocupamos de abordar las sinergias que se producen entre lo mega y lo macro-comunicativo.

b) Las coyunturas de media duración, como matrices de sincronización de un "presente continuo", que correlacionan las transformaciones sociales y del sistema mediático con las políticas explícitas y los conflictos/acuerdos implícitos en la regulación de las prácticas socio-comunicativas. Nivel que asociamos a las sinergias entre lo macro y lo meso-comunicativo.

c) Las mediaciones de corta duración, que entendemos como matrices de sincronización entre las memorias personales y la memoria colectiva: las prácticas comunicacionales en la vida cotidiana, conflictos/acuerdos entre Sociedad-Medios-Estado en la representación y legitimación de la realidad social; mecanismos de generación, apropiación, reproducción de discursos y prácticas comunicacionales como negociación de las permanencias y rupturas en los proyectos de vida individuales, interpersonales y colectivos. Desde este nivel describimos las sinergias entre lo meso y lo micro-comunicativo, entre el pasado, el presente y el futuro que se construye como continuum.



Fuente: Elaboración propia

Como describimos en el diagrama nº 2, la forma en que se superponen los espacios y tiempos múltiples en la lógica implícita de la expansión de las redes de comunicación y las políticas que las vertebran en sus dimensiones estructurales, coyunturales y en la expresión de las prácticas sociales involucra también a las matrices del ser/pensar/sentir/hacer, que se proyectan en los procesos de sincronización espacio-temporales entre la memoria colectiva y las decisiones de cambio/permanencia intergeneracionales. Este sincretismo se hace más transparente en función del grado de intensidad que revisten los conflictos, debido a la expresividad con que se muestran los momentos de explosión de los enfrentamientos, que son consecuencia del control y generalización de un ethos de naturalización del orden discursivo y biopolítico inscrito en el cuerpo social, por la hegemonía e imposición de uno de los discursos o relatos argumentales sobre el cambio o la conservación del orden social, sobre el resto de discursos y los alcances de las estrategias de integración, exclusión y marginación de los mismos.

Fuente: Elaboración propia.

Este sincretismo combina apelaciones racionales y simbólicas orientadas a desencadenar asociaciones preconscientes y subliminales de adhesión a comportamientos arquetípicos que se han constituido en referentes del subconsciente colectivo, como un verdadero co-relato del orden del discurso sobre el cambio y la conservación.

En el diagrama nº 3 entendemos el espacio como una construcción del territorio para los intercambios materiales y simbólicos entre personas próximas y lejanas, un espacio de emplazamientos, desplazamientos, itinerarios, intervenido por las tecnologías de la comunicación, de la movilidad y del transporte. Un territorio en que nos construimos como sujetos sociales protagonistas de la historia en el ser/saber/sentir/hacer, dimensiones que estructuran nuestra concepción ética, política y estética, que da sentido a nuestra inseparable racionalidad-emocionalidad.


Fuente: Elaboración propia.

Espacios otrora limitados por clausuras fronterizas, no sólo las de los Estados-nación, sino también las de los macro-relatos etnocéntricos universalistas de la modernidad, la ideología del progreso y las dinámicas de interdependencia centro-periferias. Topologías que ahora se debaten entre los no-lugares de la realidad virtual y las heterotopías de los mundos posibles en construcción permanente, como expresión del proceso de expansión histórica de las redes de comunicación. Espacios del habitar y del convivir, espacios ciudadanos para la relación, el intercambio, participación y empoderamiento, espacios de encuentro con la otredad, la interacción ciudadana y de asociación con la bio-diversidad, muchas veces subyugada a una condición miserable de explotación, manipulación transgénica e incluso la propia extinción de especies y formas de vida. También espacios intervenidos, difusos, separados, apropiados de lo público por lo privado, valorizados y patrimonializados, que a menudo se piensan reducidos al consumo desechable y la simplificación turística; al consumo del futuro pasado próximo, cuando se trata de la moda (los modos de pensar y los modales de comportamiento) provisoria; de lo nuevo, de la temporada por venir y que ya fue en otro espacio geográfico, a la moda del lugar reducido a la estampa postal de lo típico y a la dislocación; espacios fluidos e hipotecados por las redes financieras, a través del dinero plástico y el cálculo del riesgo que supone la reducción analítica de la biografía personal frente a los deseos del proyecto de vida.

También espacios sociales de mediación y transmisión de la memoria y del olvido, que se siguen debatiendo entre la sobre-exposición del culto al cuerpo, la visualidad de la realidad virtual, la desaparición del cuerpo real de los detenidos-desaparecidos y el silencio frente a estas otras memorias de la historia todavía marginales y excluidas.

II. Multiversidad: La Realidad en crisis frente a los mundos posibles.

Valdrá la pena, por lo tanto, resituar la realidad más allá de las fronteras disciplinadas, desde donde comunicadores dialogamos con historiadores, geógrafos, filósofos, antropólogos y cientistas sociales en general, en la construcción de una poética de la diversidad que contribuya a articular relatos inter y transdisciplinarios cada vez más cercanos a la complejidad de la experiencia cotidiana y al protagonismo que les cabe a hombres y mujeres, sin exclusiones, en la memoria histórica.

Mediante la rebelión de las indisciplinas, como dicen mis colegas y amigos Rodrigo Browne y Víctor Silva (2007), asumimos los tránsitos del pensar rizomático tendiendo puentes entre los aportes de los estudios culturales y poscoloniales, la historia de las mentalidades, la etnografía urbana y el estudio de las redes de comunicación, desde una mirada interdependiente entre la antropología y la tecnología, complejizando con ello nuestra mirada desde categorías de análisis más diversas, en el desarrollo de una historiografía de las comunicaciones plural, descentrada e interactiva, como nuevas posibilidades de la cultura digital.

Sin embargo, vuelvo a compartir aquí el ejercicio de Amparo Moreno de pensar la historia a ras de piel (Moreno Sardà, 1991), desnudando aquellas visiones racionalistas y excluyentes que re-presentan una historia descarnada, propia de una matriz de pensamiento androcéntrico (Moreno Sardà, 1988), cuyos rasgos hegemónicos se caracterizan por el desprecio a las diferencias y la valoración superior del hombre adulto occidental, junto a la imposición de un orden jerárquico etno-logo-público-céntrico, que se ha reproducido a partir de los macro-relatos universalistas de la modernidad. Relatos de una promesa por la igualdad en el contexto de una democracia representativa, que favorecería a unas mayorías discursivas, también de unos derechos universales por la igualdad, pero ¿igualdad respecto de quién?; y que en sucesivas generaciones han ido integrando a las minorías, hasta constatar la necesidad de impulsar una igualdad de las diferencias.

Esta topología del dominio expansivo del globalismo, modeladora del ser-pensar-sentir-hacer, se ha articulado a través de redes complejas y densas, en cuyo análisis emerge también una dimensión simbólico-emocional opacada, mediante la que se valoran y ordenan las sujeciones al cuerpo biológico y social.

La perspectiva de la que partimos en nuestro trabajo en torno a una ecología política de la comunicación (Gascón, 2007a, 2007b) se inspira en una visión holística, postcolonial, descentrada, propia de un humanismo plural, que pone en crisis la noción de “interés humano” sobre la que se funda el relato periodístico para tomar en cuenta la multiplicidad de realidades en las que habitamos y convivimos.

Norval Baitello junior nos ayuda a contextualizar esta dimensión al sostener que “Todo proceso comunicativo tiene sus raíces en una demarcación llamada cuerpo. Lo que se denomina “comunicación” es nada más que el puente entre dos espacios distintos” (Baitello, 2008: 80) donde emerge, agregaría yo, el tercer espacio, el de la relación y el vínculo. Damos sentido con ello a los términos biológicos expresados por Maturana y Varela, entre otros, al considerar nuestra dimensión auto-poiética, la capacidad de construirnos, en una dinámica performativa como posibilidad de construcción/ deconstrucción/ reconstrucción. Y aun considerando que es más difícil olvidar lo aprendido que aprender de nuevo, y que nuestra capacidad de transformación siempre estará enfrentada al paradójico y permanente conflicto del cambio de la conservación, la estructura plástica del ser humano, su capacidad de releer su propia historia, lo enfrenta a la vivencia discursivo-emocional de tres realidades y sus correspondientes dimensiones espacio-temporales.

La realidad social constituye una dimensión de interacciones próximas, concretas, en el aquí-y-ahora de nuestra vida cotidiana, donde convivimos con la alteridad, con la diferencia; donde construimos nuestra propiocepción, la percepción del propio cuerpo en su dimensión biológica y el sentido de realidad al que se adapta, en competencia/complementación con nuestros congéneres. Espacio de negociación entre lo personal, lo grupal y lo colectivo; de tensiones entre la genealogía y la memoria familiar, el diseño y desarrollo del proyecto de vida frente a los acomodos del modelo de sociedad; los sueños y deseos personales, generacionales y el espíritu de época; sincronización entre el tiempo biológico, el presente social y el sentido histórico de las transformaciones sociales.

La realidad social se contextualiza, por ello, en un espacio-tiempo de corta duración, en el que se concretan las prácticas e interacciones sociales; su asociación directa con la experiencia vivida nos recuerda la duración de nuestro propio ciclo vital, el tiempo biológico de nuestra existencia y los conflictos de visibilidad y representación de las identidades particulares.

La realidad informativa comporta las estrategias discursivas de inclusión, exclusión y jerarquización, junto a su correlación entre las actuaciones que son valoradas positivamente y las negadas, como una construcción de las pautas de comportamiento y sujeción de los individuos al orden social.

¿Pero en qué clasificación pondremos a la realidad virtual? ¿cómo analizaremos las mediaciones de la cibercultura? ¿cómo aprehenderemos el ciberespacio de estos tiempos presentes transicionales en el futuro de la historia?

Por ello, la lectura crítica de los medios nos sirve entonces para detectar los vacíos, las jerarquizaciones, valoraciones y estereotipos, las exclusiones, lo que hemos denominado, recuperando la perspectiva jungiana, la sombra informativa, la ocultura. Dicha lectura crítica de los imaginarios de división social constituye, por tanto, una pista para soterrarnos en la arqueología del presente como punto de fuga a las representaciones de la contemporaneidad, donde la medio-esfera pone en marcha las máquinas de producción y re-producción de la memoria y el olvido, a través de dispositivos de semiosis social, como son las iconografías y visualidades, las imágenes sonoras, las pautas discursivas, espaciales, relacionales y comportamentales. En fin, puntos de fuga en que se concretan los diálogos marginales, en mis términos los ima(r)ginarios.

Es por ello que nos hemos preocupado de los procesos de migración, entendida conceptualmente desde una episteme del desplazamiento, del cruce y del pensamiento fronterizo y sincrético, del nomadismo, del exilio y del inxilio, de la itinerancia, de la mutabilidad propia de las relaciones interculturales, que se enfrentan como crítica a lo estable, a la identidad esencialista, a lo canónico del pensamiento único y hegemónico, dando cabida al descentramiento y la desconcentración del poder, considerando las oportunidades de politización y empoderamiento ciudadano desde una re-localización que reivindica pensar en lo local para actuar en lo global, o mejor aún, en palabras de Édouard Glissant, los desplazamientos discursivos “para cambiar el mundo” hacia las practicas que “cambian de mundo”.

Así pues, nuestra crítica sobre la transición inconclusa y el cambio social no puede más que denunciar la clausura de aquellos contornos filosos de lo imprevisible, que amenazan y acosan con justa razón, con visibilizar las heridas y mordazas que pesan sobre las memorias desaparecidas, ausentes, exiliadas de la historia oficial.

Referencias bibliográficas.

Baitello jr., Norval (2008). La era de la iconofagia. Ensayos de comunicación y cultura. Sevilla: Arcibel.

Bourdieu, Pierre (1988). La distinción: criterio y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus.

Browne, Rodrigo y Silva, Víctor (2007). Antropofagias. Las indisciplinas de la comunicación. Madrid: Biblioteca Nueva.

Gascón, Felip (2007b). Redes-cubriendo el emocionar: Itinerancias entre una genealogía huilliche y una ecología política de la comunicación. En: Browne, R.; del Valle, C.; Nitrihual Valdevenito, I.; &, Silva, V. Contrapuntos y entrelíneas en comunicación, cultura y discurso. Temuco: Universidad de La Frontera y Universidad Austral de Chile.

-------------------- (2007a). Memorias e itinerancias desde una ecología política de la comunicación humana. En: Rodríguez Monarca, C.; Browne, R., del Valle, C.; & Figueroa, S. (Comp.). Sociedad y cultura: reflexiones transdisciplinarias. Valdivia: Universidad Austral de Chile, Universidad de La Frontera y Mecesup, pp. 65-73.

---------------------- (2005). De ima(r)ginarios y memorias olvidadas. Reflexiones sobre redes de comunicación e interculturalidad. In: BROWNE, Rodrigo & SILVA, Víctor (coords.) (2005): Monográfico “Comunicación Intercultural”, Redes.com n° 2, Revista de Estudios para el Desarrollo Social de la Comunicación. Sevilla, Instituto Europeo de Comunicación y Desarrollo, pp. 69-82.

Glissant, Édouard (2002). Introducción a una política de lo diverso. Barcelona: Ediciones del bronce.

Moreno Sardà, Amparo (1991). Pensar la historia a ras de piel. Barcelona: Ediciones de la Tempestad.

-------------------------------- (1988). La otra política de Aristóteles. Cultura de masas y divulgación del arquetipo viril. Barcelona: Icaria.



[i] Este artículo corresponde a una versión de la conferencia magistral presentada en las XIII Jornadas de Historia Dr. Luis Carreño Silva, “Chile: Historia de nuestro tiempo Presente. La Transición ¿un proceso concluido?”, celebradas en la Universidad de Playa Ancha (Valparaíso, Chile), del 13 al 18 de octubre de 2008.

[1] GASCÓN i MARTÍN, Felip. Profesor Titular Departamento de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Playa Ancha (Valparaíso, Chile). Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Barcelona.